¿Qué tanto puede entender un policía sobre la libertad si a lo que ha destinado su propia existencia ha sido a no darle lugar?. De igual manera, ¿qué tanto puede saber un anarquista sobre la coacción si se expresa libremente por todos los medios que cree pertinentes? (1). Ambas personalidades parecen ser sólo diferentes caras de la misma moneda, ignoran que su contraparte ignora lo que expresan. Ambos configuran la mediocridad de la dinámica social: por un lado el tolete y la pistola son la fuerza tangible de las leyes, el Estado y el Capital, el uso de la violencia con “precaución” pues las demandas contra el abuso del poder y la violación a Derechos Humanos están a la orden del día; por otro lado, la molotov, la libre expresión corporal, verbal y activa, llena de simbolismos transgresores que tienen como límite el entendimiento al que van dirigidos y para eso la transgresión debe ser moderada, pues las más de las veces pocos entienden y muchos se ofenden.
Ni la coacción ni la libertad son ejercidas plenamente, ni el policía ni el anarquista son al final del día más que personas preocupadas, cansadas y soberbias. Creen en la propia fuerza de sus ideas o de su propia fuerza física, el de la suposición y el de la imposición respectivamente, ignoran la similitud de sus sufrimientos, esos que encarnan en sí mismos. El policía soportando las jornadas de 24 horas seguidas de sometimiento por parte de sus superiores, del cansancio hasta el agotamiento, de exigencia corporal por encima del límite ¿qué tanto se puede entender de la libertad en un estado de sometimiento permanente?, lo único entendible so pena de castigo es la obediencia, coacción absoluta. Se le enseña por el mandato y por ese mismo mandato pretende ejercer uno similar, pero ni eso puede ejercer plenamente so pena de un castigo aun mayor. Lo único real es el sufrimiento pleno, eso que lo entiende muy bien a quitarse las botas y sobarse las ampollas. El caso del anarquista es igual ¿qué libertad se puede ejercer plenamente en una sociedad que limita en el pensamiento, en la expresión, en la acción y en el entendimiento? La liberación que pretende el anarquista muchas veces no es vista como tal, sino como violencia pura, vandalismo, ofensa, aun cuando esta liberación se ejerce en su propio cuerpo. Ni que decir cuando el ejercicio de la libertad se concreta en enfrentamientos con los antidisturbios y en destrucción de inmuebles. Después de varias horas solo quedan golpes, detenidos y varios heridos.
Limitar e intentar destruir la libertad no es entenderla, de igual manera huir del sometimiento y la coacción no significa romper las cadenas. El maniqueo que representan estas dos figuras no son las únicas representaciones existentes a cerca de la negación a priori, que no da lugar al entendimiento que los hace comunes, y en la dinámica social actual abundan los ejemplos: el estudiante con el profesor, la mujer con el hombre, el trabajador y el supervisor, etc. Sin embargo, no es solamente la falta de entendimiento, sino la aceptación de falta de ignorancia, entendida esta como humildad del saber, es decir el desconocimiento de la situación del otro.
El sufrimiento constituye uno de esos vehículos, no digo que sea el único ni el mejor, por los cuales se entiende el actuar humano. El sufrir una pena similar a la del otro nos hace entender las justificaciones a las que están predispuestas sus acciones y, además, nos hará entender los límites a los que ha sido expuesto.
Así pues, en primer lugar se encuentran las justificaciones ante el sufrir. Se ha dicho que “el origen de las sociedades grandes y duraderas no se ha debido a la mutua benevolencia de los hombres sino al miedo mutuo” (Hobbes, §1.2). Dar por válido este aforismo es olvidar que la realidad social se ha construido bajo otra lógica totalmente diferente. No fue el miedo el que nos indujo a construir relaciones sociales, sino como han destacado diferentes estudios ha sido principalmente la interdependencia, las relaciones de tipo emocional y sociales las que han generado la creación de las actuales sociedades (en este caso recuérdese a Kropotkin y su obra “El Apoyo Mutuo”). El miedo fue impuesto después, no fue obra y creación de las comunidades primitivas. Este miedo ha sido algo ajeno a nosotros que desde que se impuso ha logrado interiorizarse en nosotros y , al mismo tiempo, ha conseguido que el sufrir que padecemos lo recibamos con agrado, pues el miedo ha generado que veamos un estado antinatural como el modo deseable, como un escalafón arriba en la marcha del progreso y la civilización. El miedo y el sufrimiento individual jugaron así un buen engaño para poder sostener relaciones de dominación y de antiorganización (bastante obvia aparece esta escena en el clásico “1984” de Orwell). Sin embargo, este miedo no ha dejado de ser algo falso que con un saludo fraterno se borra del imaginario y recuerda que nuestro sufrir no es individual, sino que hay muchas otras personas que viven y sufren como nosotros.
En segundo lugar se encuentra los límites del sufrir y al respecto no se había equivocado B. Traven cuando notaba que “los hombres no pueden sufrir penalidades tan graves que sean incapaces de sufrir aún más” (Traven, El barco de la muerte, p.148, citado en Baumann, 1978: 96), es decir, que no existe un límite real a cerca del sufrir y que este puede ser padecido en diferentes niveles por las diversas personas que lo soportan. Es interesante ver que muchas veces el soporte del sufrimiento sea una falsa esperanza, es decir una espera a que cambien las cosas por sí mismas, el día del “juicio final” es el pretexto para soportar cada vez más apretada la soga al cuello.
Estos dos elementos del sufrimiento nos dan un contexto real que concreta lo que de humanos tenemos bajo la piel y que las más de las veces queda relegado en los cajones interiores del olvido. “La verdadera camaradería se desarrolla por medio del sufrimiento, no por medio de la vida normal” (Baumann, 1978: 96). Así pues, sufrir y entender el sufrimiento y las penalidades del otro no sólo nos abre la posibilidad de un entendimiento mutuo, sino también de la clarividencia de la unión que se tiene como personas.
Cuanto más estrechamente está ligado un hombre a sus prójimos y cuanto más profundamente siente sus alegrías y sus dolores, más hondo y rico es su sentimiento personal […] el sentimiento personalista de un hombre se desarrolla directamente de su sentimiento social (Rocker, 2014: 94)
Al final nos dice Rocker que este sentimiento personalista, que engloba las alegrías y los dolores, es al mismo tiempo un sentimiento social. El énfasis en esta idea es de lo que trato de explicar con estas palabras, de alguna manera, no hay sentimiento que nos sea ajeno, pero considero que el sufrimiento más allá de representarnos como seres humanos, nos hace fraternos, camaradas y compas. Y hay algo por lo que el sufrimiento de alguien se nos hace visible en carne propia y es porque muchas veces ese sufrimiento es causado por injusticias. ¿Cómo permanecer ajenos ante acciones que juzgamos como injustas y que hacen padecer penalidades a personas que, las más de las veces, resultan de una alta calidad moral y humana?. Si asumimos el padecer ajeno como propio entonces podemos sentenciar como cierto el hecho de que “no hay en el mundo un pobre tipo linchado, un pobre hombre torturado, en el que no sea yo asesinado y humillado” (Aimé Césaire, “Les Armes Miraculeuses”, citado en Fanon, 1983: 79).
Así pues, no es de sorprender la gran respuesta que ante un asesinato de alguien que en vida fue compa sea ajena a quienes enarbolamos la defensa de la vida. El Dolor y la Rabia que representa el terrible asesinato del compañero José Luis Solís López es el mismo que representan los feminicidios y los asesinatos a luchadores sociales en cualquier otra geografía. Es el mismo sufrimiento, el mismo pesar con el que nos han “asesinado y humillado” y con el que se revive no su efímero recuerdo sino sus luchas, sus trabajos que continúan en otros brazos.
¿Qué pasa con los que cometen esas injusticias que crean sufrimientos? ¿Es que acaso pertenecen a otro tipo de personas que ajenos a lo fraterno han dejado de sentir el sufrimiento hermano o es que acaso continúan en la misma lógica del intercambio del miedo? No creo poder responder esas cuestiones mejor que el Subcomandante Insurgente Moisés que durante el Homenaje al compañero Galeano abordó la respuesta de esta carencia de empatía por el sufrimiento en quienes lo provocan: “La desgracia es que hay gente jodida y podrida en la cabeza, que no piensan en sus hijos e hijas, que dejan abandonado por hacer trabajo de otros criminales” (SCI Moisés, 2014).
Fuentes consultadas:
*Baumann, Michael (1985). B. Traven, FCE, México.
*Fanon, Franz (1983). Los condenados de la tierra, FCE, México.
*Hobbes, Thomas (1999). De Civi, Editorial Trotta, España.
*Rocker, Rudolf (2014). Anarquismo y Organización, Editorial Tinta Negra, México.
*Subcomandante Insurgente Moisés, Palabras de la Comandancia General del EZLN en el Homenaje al compañero Galeano, el día 24 de mayo del 2014 en La Realidad, Chiapas, México.
NOTAS:
1) Es obvio que en esta analogía se representa a anarquista de tipo stirnista que utiliza la Acción Directa como medio; mientras que en el policía se representa a aquellos servidores del Estado que cumplen con el clásico “monopolio de la violencia” por parte de los gobiernos.
2) Sobre el título y la imagen del texto: el título no representa una propuesta original mía, quien en algún momento se halla topado con alguna película mexicana sabrá a quien pertenece; la imagen que acompaña al texto es una pequeña ave mirando a la izquierda que, situada en la parte baja de una rama, configura el lema de “abajo y a la izquierda” al tiempo que tiene como fondo “lágrimas de oro”.