Por Argelia Guerrero
Ciudad de México, 20 de noviembre de 2014.- Se trató de un 20 de noviembre diferente… Desde la noche del 19 circularon imágenes del retiro de gradas e infraestructura porque se anunciaba la cancelación del desfile deportivo oficial al que el gobierno ha reducido a lo largo de los años el capítulo revolucionario que derrocara la dictadura de Porfirio Díaz y que mostrara al mundo figuras beligerantes como la de Emiliano Zapata y Francisco Villa.
Enrique Peña y la estructura que lo sostiene y protege decidieron enclaustrarse en Campo Marte para realizar la ceremonia oficial que conmemora la Revolución Mexicana esperando que jamás se repita.
En las calles desde temprana hora se veían las brigadas de jóvenes estudiantes convocando a perder el miedo y movilizarse, participar.
Un joven en el vagón del metro cuestionaba las acciones y omisiones del Estado no sólo en el caso de los normalistas; sino en la lista de agravios que han lastimado a la nación en los últimos años; una señora le respondió con la fuerza de su voz “VIVOS SE LOS LLEVARON”, respondimos varias voces dentro del vagón “VIVOS LOS QUEREMOS”
Tendría que ser un 20 de noviembre distinto; ¡y cómo no!, si hoy cumpliría 100 años el entrañable escritor José Revueltas, una figura que en estos tiempos conviene releer y retomar para canalizar esta rabia que recorre México; nos hace falta José en las Revueltas.
A media tarde la lluvia hizo presencia, eso no amedrentó el ánimo; los dispuestos a participar en esta jornada global preparamos plásticos e impermeables para hacer frente al clima; pero dejar de salir a la calle NO. Unos minutos antes de la hora convocada para el inicio de las marchas escampó.
Las marchas dieron inicio un poco antes de lo convocado, se formaron los contingentes.
Se trató de una manifestación que en contraste con el negro en la vestimenta de casi todos los participantes; llenó de color, creatividad e indignación las calles. La gente no callaba, de viva voz gritaba consignas, a través de diversidad de carteles levantaba su palabra; había mantas, velas , música, baile; digna rabia pues.
Los contingentes crecían como ríos en las calles que para las 7 de noche ya eran insuficientes para desahogar la marea indignada.
El conteo del 1 al 43 se repetía y replicaba entre los contingentes, parecía por momentos una pieza polifónica entonada por un coro rabioso.
Un contingente de niños con velas plenamente conciente de la razón por la que estaban ahí, convencidos de que su presencia era urgente y necesaria.
Madres con carreolas, padres con niños sobre los hombros o en brazos. Abuelitas y abuelitos con velas y carteles elaborados por ellos mismos y que en su caminar pausado acompañaba a los contingentes.
En los costados de la marcha crecía también la marea de gente que miraba y la enriquecía con sus aplausos y presencia .
A nuestro paso la paredes también hablaron “FUE EL ESTADO” acusaban; “Nos faltan 43” exclamaban.
Los contingentes tardaron varias horas en entrar al zócalo; sumaron su voz ciclistas, músicos, actores, bailarines, mujeres, familias, estudiantes, trabajadores organizados, sociedad civil en todas su modalidades. De pronto la noche se iluminó con la quema de una figura de Peña Nieto de papel, la multitud exclamó en coro “¡Fuera Peña!” y se unificó en aplausos.
El sonido fallaba y se dificultaba escuchar las voces del mitin. Muchos ya se retiraban cuando comenzaron a arribar los contingentes estudiantiles. Comenzaron las acciones directas, nombrados por muchos como hechos “violentos” realizados por “infiltrados”; habrá otros momentos y textos para volver a plantear que la falta de análisis y la fácil tentación de reducir un fenómeno de tal magnitud a una acción de provocadores e infiltrados es irresponsable, reduccionista y anti ética.
Nos informaron del avance de columnas de granaderos rumbo a la plancha del zócalo; minutos después estos uniformados que a decir de unos “también son explotados” desquitaron no sólo un sueldo pagado con nuestros impuestos; sino que descargaron su barbarie impune sobre mujeres, ancianos, niños; periodistas, familias y sobre todo contra los jóvenes. Muchas voces gritaban “no violencia”; la respuesta recibida fue gas, extintores, palos, toletes, patadas y empujones. Algunos de los detenidos iban gravemente heridos. El Comité Cerezo reportaba hasta anoche 15 detenidos.
Después de esta agresión desmedida que algunos medios calificaron como “enfrentamiento”, la plancha del zócalo se vació de ciudadanía para llenarse de policía; se vació de voces indignadas exigiendo justicia para poner en su lugar la soberbia irracional del poder; así como en el caso Acteal, Aguas Blancas, El Charco, La Guarderia ABC, Tlatlaya, San Fernando, Bachajón, Ayotzinapa y muchos agravios más FUE EL ESTADO.
El poder ha enviado su mensaje, éste sí violento y soberbio.
Queda al movimiento social y a la sociedad definir sus pasos, rutas, lenguajes. Yo me quedo con una frase que leí hace unos meses en alguna pared de esta ciudad a propósito de natalicios de escritores y pulsos nacionales: MENOS PAZ Y MÁS REVUELTAS.