Hay procesos que son ineludibles. El poema de Borges de «Las causas», cuenta de la necesidad del transcurso de la historia para que las manos se encuentren. Todo, desde el ordenado paraíso hasta el rey ajusticiado por el hacha, colaboran verso con verso para que dos o cinco o diez -o tal vez medio millón de personas- confluyan en un trayecto que se reúne en el Zócalo de la Ciudad de México. La cosa es que los muchos hierros y los escasos aciertos, llevan a una sociedad hacia un adelante que se había convertido en quietud y marasmo.
Hace cien años, otra sociedad civil tomaba el Zócalo. Zapatistas y Villistas, recorrían la aún pequeña ciudad a caballo. En 1914 México fue gobernado por el Estado emanado de la Convención de Aguascalientes que enarbolaba el Plan de Ayala. Corto periodo en la historia mexicana, pero ejemplo que hay que traer a la memoria: ya los mexicanos de a pie tuvieron el Zócalo, ya tiraron una vez al Estado dictatorial, ya refundaron -o lo intentaron con grandes posibilidades de éxito- el pacto social.
El estado actual del Estado no dista mucho del panista que gobernó dos periodos presidenciales ni del priísta anterior a éste. Todos se parecen porque administran desigualdad e injusticia y ninguno tiene intenciones de erigirse como un gobierno verdadero: Un gobierno al servicio de la ciudadanía.
Hace falta reconocerse humano, es decir, acercarse al otro, para entender que dentro de los procesos sociales -y económicos y culturales- se tienen que cumplir expectativas por el bien común. Una sociedad egoísta tiende a derrumbarse, un Estado que prima al individuo sobre el colectivo está obligado a desaparecer. Los hechos históricos de esta nación no han acontecido para que el PRI gobierne o para que Enrique Peña sea presidente, ni para que un cártel se convierta en el dueño de estas tierras. La historia de esta comunidad -el pueblo mexicano-, ha sido necesaria para que exista un país con su gente, para que cada individuo se sienta seguro y tenga el ánimo de colaborar en la construcción del futuro. El Ejército Libertador del Sur y la División del Norte no se dispusieron a batallar para que una cúpula reine -la historia tiene memoria, este su centenario la Ciudad de México fue de la gente-, sino para que México ofrezca bienestar a toda aquella persona que viva o transite por su territorio.
El camino está ahí, en descifrar la tiniebla, el camino es descifrarlo. Nos han orillado a la reconstrucción de lo social porque precisamente habíamos estado rechazando tomar esa responsabilidad. Si concebimos que las cosas han sucedido para encontrarnos, para darnos la mano, puede no ser tan duro, -aunque el hecho trágico, irresoluble, la muerte, lo y la que nos gobierna cumpla su testimonio, nos lo recuerde siempre-. Porque las causas para reconocernos han sido tan funestas -El naipe del tahúr. El oro ávido.-, como bellas: Las formas de la nube en el desierto. Cada arabesco del calidoscopio. Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Foto: cortesía de @flawers_pawer
Texto: @edgarkhonde
hay mucha verdad en lo que expones, y ciertamente, es responsabilidad de nosotros -como personas, como pueblo, como humanos- dejar de vivir ensimismados y empezara preocuparnos por los que se encuentran a nuestro lado, pero sobre todo de ocuparnos, dejar de tener miedo al gobierno, a la represión por que ha llegado el momento que todo México y el mundo entero tiene un mismo motivo de lucha, un mismo grito de guerra. en efecto un movimiento es un proceso y este movimiento apenas comienza, hay que ser conscientes de que lo que ha pasado con los normalistas es culpa de todos, pero tener el poder de unirnos, de organizarnos, de informarnos y de comenzar un cambio realmente significativo, un cambio de conciencia, de actitud, y eso es algo que trasciende a lo armado y que sin duda puede trascender en nuestras vidas, en nuestra nación y en el mundo entero.