Esa misma noche del 26 de septiembre el gobierno de Peña Nieto agredía, también a balazos otros autobuses de otros contingentes que en otras partes del país también se preparaban para asistir a la marcha en la ciudad de México.
¡2 de octubre, no se olvida! gritaremos este año, al cumplirse 47 años de esa otra tarde-noche ignominiosa.
En esos 46 años de distancia, entre la noche de Tlatelolco y la noche de Iguala se tiende un largo arco histórico, con los mismos síntomas que no cesan, los síntomas de la larga dictadura mexicana, una de las dictaduras más largas en la historia, que ha generado diversidad de mecanismos, aparatos y discursos para encubrirse y presentarse graciosamente como una democracia siempre emergente.
Una larga dictadura, “legalmente constituída”, donde un puñado de familias gobierna a contracorriente de los intereses de la población, escudada en las fuerzas armadas organizadas en ejército, policías y grupos irregulares, como porros, golpeadores, paramilitares y sicarios.
Una dilatada dictadura que sistemáticamente viola los derechos humanos de la población, aunque graciosamente firma todos los tratados y convenios de derechos humanos, y periódicamente, cada sexenio, aprueba nuevas leyes y reformas para prevenir las violaciones a los derechos humanos. Un país con leyes magníficas sobre derechos humanos, leyes inaplicables, con derechos que la población no puede ejercer.
Una dictadura que en el 68 y en el 2014 tortura, asesina, provoca, despoja, realiza masivas masacres y desapariciones y persigue masivamente a quienes luchan y a toda persona que parezca cuestionar al sistema al defender sus derechos y al pensar, es decir, a la población en su conjunto.
Una larga dictadura que ha construido detallados mecanismos de implantación de la impunidad a largo plazo, una larga dictadura que defiende a la autoridad establecida en todos los casos, mientras continuamente construye crímenes de lesa humanidad.
Una larga dictadura que los últimos 10 años vendió un tercio del país para concesiones mineras que dejarán menos del 1% de sus ganancias como impuestos. Y que en los próximos años venderá buena parte del territorio nacional para la explotación petrolera, con ingresos que representarán un dieciseisavo de lo que ingresaba Pemex.
Una larga dictadura que construye una realidad holográfica que suplanta a la realidad que se puede ver y caminar colonias y comunidades adentro, y que para ello cuenta con sus sicarios de la información.
Una larga dictadura en beneficio del capitalismo salvaje legal y del capitalismo salvaje ilegal, de los empresarios y de los narcos de todos tamaños y colores.
Es Peña Nieto, es el PRI, es el sistema político-partidista, son el puñado de familias y transnacionales dueñas de la población y el resto de los bienes de este país.
Pero no sólo son el 68 y el 2014, una larga lista de agravios están pendientes de justicia. Falta quienes se organicen y construyan esa justicia desde abajo.