Lo que me grita el caso de Julio o 43+3+2+miles
Por Omar García
Por mi voz hablaron durante más de un año quienes conocemos las necesidades que los familiares de nuestros 43 compañeros tienen.
Dicha voz seguirá haciéndolo con firmeza. Y cuando la mía ya no lo haga lo hará quien la comunidad estudiantil así lo decida.
Sin embargo a esta hora mi voz debe ampliarse y hablar con un poco más de justicia, por lo que expresaré ante ustedes las que tienen los familiares de los asesinados y heridos aquella noche del 26.
Todo lo que diré es a título personal y ustedes decidirán si atienden o no mi petición, pues he tenido la suerte de ver lo que desde afuera no puede verse.
No ha sido descuido de nadie, fue el proceso natural del movimiento quien colocó en “el blanco” de la solidaridad a los padres de los 43 al tiempo que excluía a las familias de los asesinados y un tanto también a las de los heridos.
Deben saber ustedes que después del proceso de la búsqueda de la verdad viene el proceso de indemnización o reparación de daños. En esa lógica no pocas personas creen que las cinco familias adicionales, es decir, las familias de los asesinados Julio César Ramírez Nava, Julio César Mondragón Fontes y Daniel Solís Gallardo; las familias de los heridos Aldo Gutiérrez Solano y Edgar Andrés Vargas deberían ya “aceptar” la “justicia” del Estado.
Quizá muchos lo vean todavía así y es doloroso, pero no los familiares de nuestros heridos y asesinados. Pues ellos creen lo que miles creímos al instante siguiente del 26: QUE AYOTZINAPA NOS UNE. Por lo que no han estado dispuestos a aceptar un solo peso del Estado salvo lo que la ley establece para los heridos, como la atención médica y demás.
Esto lo hacen en el espíritu de solidaridad hacia las familias de los 43, es decir, con el mismo espíritu con el que ustedes tanto nos han ayudado.
En ese contexto la petición es simple: que su ayuda económica fuera dirigida también a las familias de los asesinados y heridos, sé que muchos ya lo hacen así y que la mayoría supone que al hacerles llegar apoyo a través de la cuenta de los padres de nuestros 43, el resto de las familias se ven beneficiadas. Pero lamento decirles que de un tiempo acá dejó de ser así.
El caso de doña Bertha Nava Martínez, madre de Julio César Ramírez Nava es ilustrativo y pues basta verla de un lado para otro y su evolución en todo este tiempo, muchos y muchas la conocen.
Hablo especialmente de doña Bertha, porque la conocemos en el terreno de la lucha y su voz de guerrera ha resonado y traspasado las conciencias y los corazones de muchos y muchas; por eso, pero también porque conozco su situación económica y deudas acumuladas durante todo este año que ha dedicado a la búsqueda de los 43 y de la justicia.
El resto de familias de asesinados y heridos sufren otro tanto.
Sin otro asunto y esperando su comprensión me despido enviándoles un fraternal y combativo abrazo.