Del cuaderno de apuntes del gato-perro:
Fecha: 8 de marzo del 2016. Lugar: Cuartel General del EZLN. Documento obtenido del diario de quien se hace llamar “supgaleano”, gracias al malware troyano llamado “uca, uca, quien se lo encuentra se lo emboruca” versión 6.9.
“Estábamos el Subcomandante Insurgente Moisés y el que esto reseña, hablando del próximo festival CompArte y de cómo las comunidades zapatistas se están organizando para participar. En eso llega una compañera Insurgenta y dice sin más: “va a haber partido de fútbol. Nos retaron a las mujeres”. Yo sabía lo que había detrás de eso, puesto que no era la primera vez que ocurría. Dejen les digo que en ese cuartel las mujeres insurgentes doblan en número a los varones insurgentes. Sobre esto hay dos versiones: la oficial es que la mayor parte de los insurgentes nos encontramos realizando trabajos de alta especialización, donde sólo los varones podemos desempeñarnos con garbo y gracia; la real es que de por sí son más las compañeras que los compañeros. Por supuesto que está prohibido publicar la versión real, por lo que se ha distribuido entre los Tercios Compas sólo la versión oficial.
A pesar de esa realidad, que era evidente a simple vista, a uno de los insurgentes se le ocurrió, al terminar el desayuno, decir: “como hoy es 8 de marzo, entonces los hombres retamos a las mujeres a un partido de fútbol”. El oficial al mando se dio cuenta casi inmediatamente del error, pero el mal estaba hecho. Una oficial del servicio de sanidad insurgente respondió: “va pues”. Los varones se arremolinaron en torno al ingenuo del reto para reconvenirlo. Al conocer la razón de la desazón que cundía en las filas masculinas, el insurgente quiso aclarar: “pero equipos igual de jugadores”. “Ni madres”, dijeron las mujeres, “dijiste hombres retan a mujeres, así que es todos los insurgentes contra todas las insurgentas”.
El cielo empezó a nublarse y un viento fuerte presagiaba una desgracia.
Después de la comida (el menú fue de licuado de tamales y café con chile), pasó una insurgenta a decirnos que ya iba a empezar el partido y que si íbamos. El subcomandante insurgente Moisés no podía, pues tenía que revisar la lista de registrados para el festival. Yo me abstuve, intuyendo que no habría ambiente propicio para la inequidad de género. Así que no fuimos ninguno de los dos.
Ya pardeaba el horizonte cuando regresaron. En cielo y tierra la tormenta era dueña y señora de todo.
La insurgenta vino a reportarse. Le pregunté cómo había quedado el partido y respondió “empatamos”. “¿Cuánto a cuánto?”, le pregunté. “No me acuerdo”, dijo, “pero nosotras ganamos un partido y luego cambiamos de cancha y ganaron ellos; así que empatamos: cada quien uno”.
Lo dijo con tal desparpajo que parecía presidente del Instituto Nacional Electoral informando de los resultados oficiales en cualquier elección.
A mí me olía que había algo podrido en Dinamarca, así que fui donde el oficial al mando y le pregunté del resultado: “Ganamos 7 a 3”, respondió escueto. “Pero si la insurgenta de Sanidad dice que empataron porque ellas ganaron un partido y ustedes el otro”, lo cuestioné. El oficial se sonríe y aclara: “no, sup, sólo jugamos un partido; lo que pasa es que en el primer tiempo ellas iban ganando 3 a 2, y en el segundo tiempo, después del cambio de cancha, nosotros metimos 5 goles. Resultado: insurgentes-7, insurgentas- 3”. El Subcomandante Insurgente Moisés, vocero del ezetalene, a nombre de todos los hombres, mujeres, niños y ancianos zapatistas, exclamó: “¡Ganamos los hombres!”. Otra insurgenta que pasaba por ahí reclamó “Que “ganamos los hombres”, ¡Já! si ustedes ni fueron”. “No importa”, dijo la voz oficial del ezetaelene, “ganamos los hombres”.
La tormenta pareció disminuir y se aquietaron vientos y agua. Pero el horizonte distaba de ser claro.
Más noche, cuando brindábamos con café por la supremacía masculina, el Subcomandante Insurgente Moisés me explicaba: “Mira, lo que pasa es que de los hombres sólo dos saben jugar bien fútbol y los dos estaban de guardia, entonces en el primer tiempo los insurgentes tenían dos menos y las insurgentas pues de por sí son más. Para el segundo tiempo los dos varones acabaron su turno y se incorporaron al partido y pues ganaron.”
Le pregunté si las insurgentas sabían jugar fútbol: “saben”, dijo, “pero además tienen a una que está jovencita y corre de un lado para otro; ella es la mera estratega y táctica del equipo, porque, cuando se cansa de correr, nomás grita “bola, bola” y todas las insurgentas se lanzan a rodear al hombre que lleva la pelota y todas a patear y como sólo hay una pelota pues un buen tanto de patadas le tocan al compañero”.
Levantamos entonces nuestras tazas de café frío y saludamos el nuevo triunfo de género aún en condiciones adversas.
En la montaña viento y lluvia habían ya bebido de la fuerza nocturna. No amanecía aún cuando bajaron, con más fuerza si posible fuera.
Pero (siempre hay un “pero”), al otro día, en el desayuno, uno de los varones, con mala intención, preguntó cómo había quedado el partido de fútbol. “Empatamos”, se apresuró a decir una insurgenta y, antes de que los machitos alcanzaran a reaccionar, se dirigió a las demás arengándolas: “¿Verdad que sí compañeras?”. “¡Sííííí!”, gritaron todas y pues, como son mayoría, pues… en fin, riesgos de la democracia.
Fue así como las insurgentas convirtieron una derrota deportiva en triunfo y ganaron… con un empate. Marcador final: insurgentes- 1, insurgentas– 2.
Pero los machitos no se dieron rápido por vencidos, pidieron la revancha. “Ta bueno”, dijeron las compañeras, “pero hasta el año que viene”.
Desesperados, los insurgentes acudieron a quien mejor sintetiza los altos valores del machismo-zapatismo, es decir, yo mero. Me preguntaron que cuándo era el “día de los hombres”.
“¿Cómo?”, les pregunté.
“Sí”, dijeron, “si hay un día de la mujer, también debe haber un día del hombre”.
“Ah”, asentí entendiendo: “ya hay de por sí”. Y les enseñé lo que, con sabiduría sintética, algún tigre había tuiteado: “El “día del hombre” (cuando se celebra la esclavitud de la mujer a las labores de crianza) ya existe. Es el 10 de mayo”.
Creo que no agarraron como quien dice la tonelada del sarcasmo, porque se fueron diciendo: “Ah, entonces todavía falta”.
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Preguntas de control de lectura:
1.- La insurgenta de sanidad que subvirtió la semántica en las reglas de la FIFA, ¿es una feminazi, una lesboterrorista o alguien que manda muy lejos a las reglas, destroza los roles impuestos y lastima la sensibilidad varonil?
2.- Quien con tal donaire reseña lo ocurrido en ese aciago día del 8 de marzo del 2016 en un cuartel zapatista, ¿es un macho heteropatriarcal, eurocentrista, especista, capacitista, clasista y etcteterista, una más de las víctimas del sistema (órales, parece nombre de grupo musical), o no celebra el 10 de mayo por falta de la susodicha?
3.- Como mujeres que somos, ¿les damos la revancha a los malditos hombres como de por sí o ni mais palomas, a volar cuervos que te sacarán los ojos?
Mandar sus respuestas al conserje de la escuelita. Ojo: todas las mentadas que no sean de menta serán devueltas a su remitenta con cargo a la ídem.
Doy fe bajo protesta de género:
SupGaleano.
Marzo 8 del 2016.