La noche del temblor del 7 de septiembre en San Mateo del Mar, pueblo ikoots ubicado en una franja de arena rodeada por aguas lagunares y olas oceánicas, ha sido devastadora. Muchisimas son las casas dañadas, cuarteadas a pesar de ser la mayoría de un solo piso, algunas hundidas en el agua, otras completamente colapsadas dejando debajo sus víctimas humanas; la tierra se ha removido y se ha derrumbado, unas calles se han quebrado dejando brotar el agua desde abajo; el puente sobre la laguna que une Barrio Nuevo con el centro del pueblo, atravesado por una grieta enorme que lo parte en dos… Comparto aquí lo que mis ojos han alcanzado a ver mientras iba corriendo por las calles oscuras del pueblo para asegurarme de que todas las personas conocídas estaban bien, cruzando las miradas perdidas de la gente que se juntaba por familias, frente y afuera de sus casas, protegiendo sus cosas y sus afectos… Así las mujeres, hombres y niños han pasado la noche del sismo y todo el día después.
Desde el primer minuto después del sismo a lo largo de toda la interminable noche siguiente, el terror del maremoto se ha deslizado en las palabras y las conciencias de las personas. Las olas del mar se pueden escuchar claramente de las calles por la noche, cuando todo está en silencio, ya que el pueblo queda a poco más de un kilómetro de distancia del Océano Pacífico. En cambio a la Colonia Costa Rica y ña Colonia Reforma, apenas unos cuantos centenares de metros lo separan. Sus olas, todavía menos a la Colonia Cuauhtémoc.
En Colonia Cuauhtémoc, la población más retirada hacia el oeste y la más cercana a la orilla, donde ya han vivido las olas entrar en el pueblo debido a fuertes marejadas, la gente ha visto el mar retroceder de unos cincuenta metros hacia adentro y ha dejado sus viviendas… una larga cola de cientos de personas ha caminado hacia el interior para alcanzar las partes más altas de Huazantlán del Río y de los alrededores, donde han pasado la noche. Yo he sido uno de los afortunados que han podido salir de San Mateo con mis propios medios y he pasado la noche con ellos en un cerrito entre Huazantlán y Villermosa, a la luz de la luna, envuelto en una sábana que me protegía del viento del norte, mirando desde arriba la línea negra de la mar… por primera vez en aquella noche me he sentido seguro y protegido por el cerro y por el destino que compartía con esas personas… Extraña sensación… pero cuántos amigos había dejado en San Mateo! Un pueblo, todo un pueblo podría haber sido arrastrado de su franja de arenas y lagunas si el nangaj nadam ndek, la grande mar sagrada -como lo llaman allá al Océano- no hubiera sido, por alguna incognita razón subterránea, benévolo con sus huéspedes humanos…
Apenas cuatro días antes de la desastrosa noche del 7, el pueblo de San Mateo ha sufrido graves actos violentos tras de la votación para la elección de su presidente municipal, con agresiones armadas por parte de personas ajenas a la comunidad…
Serán dificiles los días que vienen para mis amigos Mateanos. Les deseo toda la fuerza suave de que son capaces para hacer frente a este difícil momento de su larga historia y buscar en este su unidad perdida…
Ya es noche aquí en Oaxaca mientras escribo estas líneas en el cuarto de una posada del centro de la ciudad, veo pasar las miradas perdidas y las caras prostradas de mis amigos que he dejado esa noche a una suerte incierta, sé que afortunadamente, gracias a la extraña benevolencia del “nangaj nadam ndek”, volveré a verlos pronto.
En un par de días viajaré de regreso al Istmo y a San Mateo del Mar y la idea de poder hablar con ellos de esa noche que vivimos juntos me consuela.
Cristiano Talle, Oaxaca, 9/9/2017