Con el terremoto de 7.2 en la ciudad de México y algunos estado vecinos, Madre Tonatzin nos dio una sacudida no solo de tierra, si no de conciencia. Nos vino a recordar que es entre nosotros, los de abajo, unidos, que está el poder para salir adelante. Desde las primeras horas del desastre, voluntarios “de la pura banda”, como dijo Obeth Martínez, uno de ellos, llegaron casi de inmediato a los edificios colapsados a tratar de rescatar a las personas que quedaron sepultadas. La ayuda del gobierno llegó después…hasta un día después…y a algunos lugares ni siquiera ha llegado.
En las redes sociales circulan mensajes, fotos, solicitudes de apoyo de comunidades a las que no ha llegado auxilio del gobierno, sobre todo en las periferias de ciudad de México, Morelos, Puebla y Estado de México. No así en los noticieros de las cadenas comerciales que se han concentrado en pocos lugares, y sobre todo en colonias clase medieras como Roma, Condesa, Narvarte. Desde ahí, los canales de televisión están difundiendo todo el día, hay un fuerte operativo militar, policía, cruz roja, protección civil, etc. Hasta ahí llegan brigadas de gente del pueblo, pala y pico en mano queriendo ayudar con lo único que tienen: sus manos. Llegan ahí, porque es de lo que se enteran en los medios, pero en muchas ocasiones, su ayuda es rechazada. Ellos, de piel morena, que saben de construcción, de trabajo pesado, de no comer o dormir por horas por cumplir sus tareas, no se ven bien en los noticieros, y mejor aceptan como voluntarios a jóvenes que quizás nunca han agarrado una pala y quizás se rindan a las primeras, pero son más atractivos a la televisión. Los rechazados siguen su búsqueda para ayudar, “me siento inútil” dice uno, pero del centro de la ciudad son rechazados y no saben de otras comunidades que necesitan y aceptarían su ayuda, porque son del mismo color. O no pueden llegar porque están muy retiradas y algunos nombres de esos lugares ni siquiera son conocidos.
Hasta la ayuda es clasista, racista, decía Obeth quien dijo que primero intentó apoyar en esas zonas, pero mejor se fue a la colonia Obrera. La ayuda para dar y recibir.
Vemos también en los medios y redes sociales que la ayuda, apoyo y reconocimiento a los damnificados de la ciudad de México se ha desbordado llegando inclusive del extranjero, grandes cadenas comerciales, medios de transporte que ofrecen viajes gratis para llegar ahí a rescatistas. Incluso, como si fuera a ayudar, la gente está cambiando foto de su perfil, diciendo que apoyan a México. Trivial, pero reflejo de esa falta de conciencia. ¿Dónde estaba todo ese apoyo después del terremoto de septiembre 7, el mayor en 100 años y que dejó a 2.3 millones de damnificados en Oaxaca y Chiapas? ¿Es que las vidas de esas comunidades o de las del estado de México, Puebla, Morelos, mayormente indígenas, son menos valiosas que las de la ciudad de México?
Es una pregunta retórica porque a través de la historia, el gobierno ha demostrado que así es. También a través de la historia, nosotros, los de abajo hemos dado batalla de sobrevivencia, luchando juntos, como en esta ocasión. La lección es que, como siempre, no debemos esperar nada del gobierno y si voltear a las y los que están a nuestro lado para ofrecer y pedir ayuda.
Pareciera que Tonatzin con esa sacudida en la zona urbana, nos invitara a voltear y recordar que nuestras hermanas y hermanos del sur y comunidades de alrededor de la ciudad de México, están ahí, esperando a que sigamos el camino juntas y juntos. No rechacemos esa invitación.
En la Roma, amplia cobertura de militares y medios/ A diferencia de la colonia Obrera