Por Mumia Abu-Jamal
Son una muestra representativa de los hombres estadounidenses: negros, blancos, griegos, al parecer, e italianos. Siete hombres, siete guardias de una cárcel del condado Lackawanna en Pensilvania.
Siete hombres quienes colectivamente enfrentan 37 cargos de abuso sexual e institucional contra una docena de mujeres.
¿Las mujeres? Los periódicos locales tienen la política de no reportar sus nombres, un proceso que aumenta su invisibilidad extrema como reclusas, como presas que ya estaban invisibles.
¿Cómo podrían sentirse de otra manera después de haber presentado reclamos durante años solamente para ser totalmente ignoradas, sufrir represalias y ser agredidas una y otra vez?
Ya empezó el juicio de ‘los siete de Lackawanna’ y ¿quién sabe qué va a pasar?
Tal vez los condenan. O tal vez los absuelvan porque están acusados de abusar de mujeres. Mujeres presas. Dos categorías doblemente invisibles en la ’América’ de hoy.
En la televisión local, se proyectó un video de los hombres obligados a caminar en una fila desde la cárcel del condado con sus manos esposadas y gorras que cubrían sus caras casi por completo.
Era difícil saber sus edades. Me imaginé que casi todos eran hombres jóvenes. Pero en la prensa se reportó que sus edades iban de los 42 a los 53 años.
Eran hombres maduros. Padres. Abuelos.
Las agresiones sexuales contra las mujeres en una cárcel del condado de Pensilvania no son diferentes de las agresiones contra las estrellas más brillantes de Hollywood, porque se trata del poder, mi gente.
Poder estatal. Poder masculino. Y el poder de la ley que legitima la práctica de culpar a la víctima. En el fondo, tiene que ver con el poder.
¿Qué pasará? Ya veremos.
Desde la nación encarcelada soy Mumia Abu-Jamal.
–©’18 MAJ
26 de febrero de 2018
Audio grabado por Noelle Hanrahan: www.prisonradio.org
Texto circulado por Fatirah Litestar01@aol.com
Traducción Amig@s de Mumia, México