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Reseña de Murder Incorporated

Mumia Abu-Jamal y Stephen Vittoria. Murder Incorporated: Empire, Genocide and Manifest Destiny. Book One “Dreaming of Empire”. (Asesinato Incorporado: Imperio, Genocidio y Destino Manifiesto. Libro Primero. El Soñar del Imperio). Prison Radio: San Francisco. 2018.

Reseña: Carolina Saldaña

Mumia Abu-Jamal describe este libro como “una mordaz crítica del ‘Imperio Americano’, un diagnóstico de una corrupta patología. Su propósito es dejar las cosas en claro, educar, aclarar,  animar, y hasta entretener” a la gente, especialmente a la juventud.

El escritor, activista, y preso político cuenta que él tuvo que pensarlo cuando Stephen Vittoria le propuso colaborar como coautor del libro. El documentalista había trabajado en un filme que nunca se cuajó sobre el tema y pensaba que su investigación se podría usar y ampliar en  imprenta.

Sería un desafío compartir nuestras experiencias separados por ladrillos y acero, dice Abu-Jamal, pero al aceptar, dividieron el trabajo 50-50 y se pusieron a trabajar. Leían muchos de los mismos textos y se llamaban por teléfono o se escribían.

“Decidimos no tomar atajos, tampoco cortar verdades duras e implacables. Siempre sentimos la presencia de Howard Zinn, autor del People’s History of the United States (La Otra Historia de los Estados Unidos)”.

Este volumen, El Soñar del Imperio, es el primero de tres que constituyen Asesinato Incorporado. Los siguientes abarcarán los temas del papel de las intervenciones de la CIA, la guerra perpetua y el sistema de vigilancia masiva, entre otros.

Con un Prefacio del apremiado periodista y corresponsal Chris Hedges, el primer libro tiene un Prólogo de los dos autores y diez capítulos sobre estos temas: el mito del pueblo escogido por Dios, las corrupciones del imperio, la plaga que azota el Caribe, los asesinos que invadieron las Américas, la esclavitud africana, la revolución americana’, la Doctrina Monroe, la invasión de México y los crímenes imperiales al sur de la frontera con Estados Unidos.

En cada capítulo los dos autores examinan los mitos y realidad del imperio estadounidense y destrozan cualquier fábula benévola que ha justificado sus crímenes. Consideran que el poder, la piedad y las ganancias motivan todas las maniobras imperialistas. También destacan a los grupos e individuos que han dicho NO al imperio en el transcurso de la historia.

En su Prefacio, Chris Hedges señala que la historia de Estados Unidos “incluye vastas áreas de amnesia histórica, especialmente sobre la esclavitud, raza, lucha de clases, movimientos radicales de anarquistas y comunistas, y los crímenes del imperio”.

A la vez, dice, Abu-Jamal y Vittoria nos recuerdan que el activismo radical tiene raíces profundas en el pasado. En un contexto de supremacía blanca, las numerosas rebeliones de esclavos destacadas en Asesinato Incorporado muestran que los negros tienen una larga historia de desafiar a sus amos, dice Hedges.

Al citar a Eric Foner, señala que después de la Guerra Civil entre 1890 y 1920, Las Hijas de la Confederación se encargaron de levantar monumentos en todas partes del Sur para borrar el legado del heroísmo negro y glorificar a líderes como el fundador del Ku Klux Klan, el General Nathan Bedford Forrest.  No hay monumentos a los comandantes de la Confederación General James Longstreet o General James Fleming Fagan porque ellos apoyaron los derechos de los negros después de la guerra.

Como es el caso con todos los imperios, dice Hedges:

“las prácticas duras y violentas usadas contra ‘los condenados de la tierra’ han migrado a la patria en un tiempo de putrefacción para mantener a la población controlada. La tiranía que hemos impuesto sobre los demás ahora se impone contra nosotros…Estamos infectados con una cacofonía irracional y tóxica…y las frases imbéciles de nuestra cultura degradada son tuiteadas diariamente en audios incoherentes desde la Oficina Oval”.

En el Prólogo, Abu-Jamal y Vittoria dicen que en cada página de su libro, ellos examinan el mito y la realidad de una historia fundada en genocidio, alimentado con la esclavitud y perpetuada con guerra sin fin.

Dicen que el empuje insaciable por el poder y dominio es el motivo de las odiosas y destructivas acciones imperiales. El Destino Manifiesto utiliza el fascismo, la religiosidad hipócrita y la política burlona para promover las metas implacables y sádicas del Imperio…La mitología del vaquero viril junto con sus pistoleros y armas de seis tiros que toma el camino a la gloria, y lo siguen Cheney y Bush con su “conmoción y pavor” y Trump con su “Haz América grande (es decir, blanco)  de nuevo”.

El mito que más culpa echa a las víctimas es el del “salvaje”. Esta mentira enorme postula que los seres inferiores, deshumanizados y demonizados, no tienen derecho a la vida, libertad o la tierra  en la que viven y generalmente han ocupado durante miles de años.

Citan a Michael Parenti:

“La historia de Estados Unidos ha sido de expansionismo territorial y económico con beneficios a la clase empresarial regularmente…La gente paga los costos del imperio con sus impuestos al sostener un enorme establecimiento militar mientras sufren la pérdida de empleos, la falta de servicios domésticos y la pérdida de decenas de miles de vidas en invasiones militares en el extranjero. Los costos más grandes han sido pagados por la gente del Tercer Mundo que han aguantado pobreza, saqueos, enfermedades, despojo, explotación, analfabetismo y la amplia destrucción de sus tierras, culturas y vidas”.

Dicen Abu-Jamal y Vittoria que ser “americano” también significa ser relacionado con todos los pueblos de las Américas, quienes han vivido en carne propia los atropellos estadounidenses. De ninguna manera estos hermanos y hermanas consideran que es de la incumbencia de la CIA o las fuerzas militares de aquel país destruir sus líderes u organizaciones populares.

Los autores de Asesinado Incorporado afirman su compromiso de romper con los muros aparentemente impenetrables de la mítica historia euro-americana que han sido levantados durante los últimos 500 años.

Capítulo I. Con Díos a nuestro lado

Estas páginas empiezan con una referencia a la película Apocalypse Now, y la deuda de Francis Ford Coppola con la novela de Joseph Conrad, Heart of Darkness (El Corazón de las tinieblas).  Abu-Jamal y Vittoria comentan su aprecio por Conrad, como un novelista que cuestiona la historia aceptada de la conquista colonial y subraya la bancarrota moral de Europa.

Esto se contrasta con las justificaciones imperiales en los 1880s y 1890s como el Darwinismo social, asociado con las teorías de la selección natural y la supervivencia del más capacitado. Es decir, los hombres más fuertes económica, física o tecnológicamente, con una autoimagen psicótica de superioridad,  están destinados a ejercer poder, mientras los débiles merecen la extinción.

Y los autores también se refieren a mitos arios más antiguos del Siglo XVI, como el que postula que “la civilización sigue el Sol”, para justificar la supremacía blanca y el expansionismo estadounidense.

Además, señalan los autores, debido al excepcionalismo americano con sus ideales democráticos y libertad personal, el gobernador Winthrop de Massachusetts proclamó que los colonos ingleses eran la gente elegida por Dios para vivir en la tierra prometida, y esto sirvió como pretexto para exterminar a la población indígena.

Unos pocos años después, la esclavitud, un sistema de terrorismo físico y psicológico,  se volvió sumamente lucrativa económicamente. Políticos como James Madison no pudieron creer su buena suerte de ganar $257 cada año por cada esclavo suyo mientras sólo tenían que gastar $13. A la vez, Patrick Henry (¿se acuerdan de él de ‘Dame libertad o dame muerte’?) comerciaba con esclavos y los golpeaba.

Pero ninguno de ellos se compara con Thomas Jefferson, quien tenía cientos de esclavos y guardó registros meticulosos en su Libro de Granja de los seres humanos que le pertenecían: “Betty…Martin…Thenia…Critta…Sally…Johnny…Daniel…Molly…” etc.

“¿Siniestro? Sí”, preguntan y contestan los autores.

“¿Malévolo? Absolutamente”.

“¿Otro cuento de hadas sobre los fundadores de Estados Unidos? Por supuesto”.

Vean como el sitio de Web de Monticello destaca esta porquería:

“Monticello era el hogar, no sólo de la familia Jefferson, sino de los trabajadores, negros y blancos, esclavos y libres”.

“¡Trabajadores! ¡Jesucristo! ¡Esta porquería está profunda!”

También en este capítulo los autores explican el comercio triangular de esclavos y la manera en que éste financió la Revolución Industrial. Para Marx, dicen, la esclavitud fue esencial para el capitalismo tanto en América como en Europa.

Citan a varios defensores de la esclavitud, incluyendo a Walt Whitman, Herman Melville y Ralph Waldo Emerson. Y también citan a autores dignos de leer, incluyendo Eric Williams, autor de Capitalismo y Esclavitud  y CLR James, de Los Jacobinos Negros.

Capítulo II. Lamentar las corrupciones del imperio

Aquí se define un imperio, se anotan algunas características  del Imperio Romano y varios otros, se hacen unas comparaciones, y se pregunta si el ‘Imperio Americano’ está en sus últimos días.

El capítulo empieza con dos citas:

“Cuando yo era niña, la idea de que el imperio británico pudiera terminar fue absolutamente inconcebible. Y de pronto, desapareció. Como todos los demás imperios”. Doris Lessing: Novelista, poeta y dramaturga inglesa.

“Si miran al pasado, con sus imperios cambiantes que ascendieron y cayeron, pueden prever el futuro.”  Marco Aurelio: Emperador y filósofo romano.

Abu-Jamal y Vittoria explican que uno de los persistentes ciclos de la historia es el de los imperios que dominan la mayoría de la población del mundo.

Un gobierno en poder se clasifica como “un imperio” si la entidad domina y tiene poder sobre importantes masas terrestres muy pobladas, especialmente si la población es étnicamente y culturalmente divergente del poder imperial.

Hay otra característica también, dicen. “Cada uno ha desaparecido. ¿Y qué es lo que queda? Ruinas desmoronadas y monumentos manchados a soberanos que se convirtieron en polvo”.

El dominio de Roma duró más de un milenio y en sus últimos años fue caracterizado por una masiva expansión colonial, sobre-extensión, y la adopción del cristianismo como religión de Estado por Constantino. Aunque hay varias explicaciones para su caída, se mencionan la locura de los líderes, la imposición de impuestos debilitantes, y el colapso del comercio e industria.

Dicen Abu-Jamal y Vittoria que Roma era el modelo para muchos líderes en Estados Unidos y su caída ofrece información valiosa sobre el declive acelerado actual del ‘Imperio Americano’. Mencionan los siguientes factores:

*El deseo, empuje y habilidad de ejercer autoridad económica forzosa   sobre otras naciones y poblaciones.

*El encanto con el poder militar y la sed de sangre  que impulsa su uso.

*El uso suicida del tesoro y vidas humanas para financiar su locura militar a costa de las necesidades de la gente y el bien común.

*El shock de la paranoia evidente en el crecimiento alocado de un estado vigilante inimaginable.

Los autores preguntan si están correctos en escribir el réquiem para el declive y esperada caída del ‘Imperio Americano’. Chris Hedges menciona algunos factores que podrían apoyar su apuesta: Gestos irresponsables, descabellados y idiotas del líder. Falsas ilusiones, diversiones ruidosas y discursos ostentosos suyos.  El estado mafioso de Trump.

La discusión continua.

Capítulo III. Hay una plaga suelta en la tierra

El lenguaje poético te transporta a un paraíso en el Caribe. Vuelas sobre las montañas, bosques y playas que albergan aldeas coloridas de un pueblo pacífico, el pueblo Taino, relacionado con los Arawak. Te das cuenta que estás por aterrizar en la Isla de Hispaniola en los últimos días de 1492. Durante años has escuchado que nadie vive en estas tierras excepto tal vez algunos salvajes inferiores “sin derecho a la vida, la libertad o la tierra que han habitado durante miles de años”. Eres testigo del principio del fin de una civilización con centros de población animados con comerciantes, artistas, músicos, campesinos, hombres,  mujeres, niñas y niños. Paraíso encontrado. Te das cuenta que está por iniciar una matanza contra esta gente cándida, una carnicería que se extenderá por todas las Américas como un genocidio. Un holocausto. Una solución final. Damas y caballeros, déjenos escuchar su aplauso al dar la bienvenida a la furia que está por llegar a este lugar idílico del Caribe, el amanecer inminente del ‘Imperio Americano’.

Capítulo IV. Los asesinos del mundo llegan a las Américas

Llegaron desde las fétidas ciudades y cloacas de una España represiva, con sueños de avaricia. Llegaron desde los reinos de príncipes británicos con espejismos de oro, tierra y riqueza, dicen Abu-Jamal y Vittoria. Conocieron a bellas personas con salud y vitalidad que los ayudaron cuando tenían hambre o enfermedades. ¿Cómo sabrían los indígenas que esto fue lo peor que pudieron haber hecho. ¿Cómo saber que al recibir a estos marineros y “exploradores” en sus casas, abrían la puerta a una destrucción casi total? El fin de su mundo marcó el inicio de uno de los imperios más despiadados y voraces jamás visto. Duraría cinco siglos.

Los intereses de los distintos grupos no eran los mismos, dicen los autores. Los españoles querían  trabajadores esclavos para sacar oro, mientras los ingleses querían tierra, preferiblemente sin indígenas.

Para el fin del siglo XVI, entre sesenta y ochenta millones de los habitantes originarios estaban muertos.

Bartolomé de las Casas describió el terrorismo practicado por los españoles contra los habitantes de Hispaniola:

“Cuando los indios estaban en los bosques [huyendo de la violencia y opresión de los españoles], el siguiente paso era formar escuadrones y perseguirlos. Cuando los encontraban, mataban a todos sin piedad como borregos en un corral. Era una regla general entre los españoles ser cruel, pero extraordinariamente cruel, para que los indios no se atrevieran concebirse ellos mismos como seres humanos, o tener un momento para pensar en nada. Así que cortaban las manos de los indios y las dejaban colgadas con un pequeño trozo de piel, diciendo, ‘Váyanse y den las noticias a sus jefes’”.

En las tierras al norte, el tratamiento no era menos cruel. En un ataque contra una aldea Pequot por la milicia de Connecticut, el comandante inglés John Mason hizo guerra contra sus anfitriones. Al gritar “Hay que quemarlos”, sacó una antorcha y prendió fuego al wigwam. Reportó que “los indios corrieron como hombres pavorosamente espantados”:

“… El terror que Dios poderoso desató era tan horrendo que huyeron de nosotros y entraron en las flamas, donde muchos murieron. Y  Dios se rió de sus enemigos y los despreció. Así que los ‘valientes’ durmieron  por última vez y los hombres no pudieron encontrar sus manos. Y así Dios enjuicio a los paganos y llenó el lugar con cuerpos muertos”.

En este capítulo también se cuenta la marcha forzada de los Cherokee en el “sendero de lágrimas” y la guerra desatada contra los pueblos indígenas en el Oeste del país, incluyendo la matanza en Rodilla Herida (Wounded Knee).

“Los Europeos enviados por un judío crucificado para acabar con el paraíso llevaron el infierno a la verde tierra”, dicen Abu-Jamal y Vittoria. Dejaron menos de la mitad del uno por ciento de los habitantes originales. Celebraron las muertes de un estimado de 100,000,000 personas, llamándoles “salvajes” y alabando a Cristobal Colón, “el descubridor”.

Capítulo V. El cautiverio africano: Mil años del infierno en la tierra

Los autores empiezan con un segmento sobre la esclavitud en África Oriental, donde los esclavos fueron enviados a Cairo, Bagdad u otros sitios en el Medio Oriente. También cuentan la Revuelta de la Zanj  en el Sur de Iraq, en la cual los esclavos se convirtieron en rebeldes y revolucionarios.

Cinco siglos después, en las Américas, los europeos ya no pudieron usar a la gente indígena como esclavos debido a la avaricia y violencia de sus captores que habían resultado en su muerte. Los africanos llevados en cadenas al nuevo mundo en barcos a veces llamados “tumbas flotantes” fueron obligados a construir la infraestructura de las futuras sociedades en el nuevo mundo. Alrededor de 30% no sobrevivieron el viaje en barco a las Américas.

Los autores reflexionan que cientos de millones de personas fueron “empujados a la muerte viviente de la esclavitud” —primero indígenas, luego africanos. “Fueron utilizados como cosas para enriquecer a otras personas y construir las vidas de otras mientras ellos mismos fueron negados los aspectos más básicos de la vida”.

“El mundo que conocemos hoy fue construido sobre esclavitud y huesos. Mega-tortura. Muerte. Devastación. Holocausto”.

“No fue un evento, sino el trabajo de siglos para construir la riqueza blanca y profanar las vidas, sueños y almas de millones de personas”. No fue simplemente la esclavitud, porque los africanos habían conocido otras formas de esclavitud.

Sin embargo, un nuevo tipo de esclavitud se llevó hacia las Américas, la esclavitud racial en la que las vidas de los africanos tenían valor solo al grado que servía al capitalismo. No podían casarse, ser padre o madre, ser dueño de propiedades, protegerse, hablar su idioma o tocar tambores.   Los esclavos no eran personas. Cosas. Mercancía. No tenían recurso jurídico. Esta nueva esclavitud tomó las vidas o la libertad de 60 millones de personas.

En el infame caso ante la Suprema Corte, Dred Scott vs Sanford (1857), el juez Roger B. Taney escribió que los africanos, aun cuando estaban liberados de cautiverio después, nunca pudieron hacerse ciudadanos de Estados Unidos. Ésta es la ley de supremacía blanca consagrada en el tribunal más alto de la tierra, dicen Abu-Jamal y Vittoria.

Hubo protestas por abolicionistas y negros libres que vivían en el Norte contra esta ley y la Ley del Esclavo Fugitivo, que requirió que todos los esclavos escapados serían devueltos a sus dueños y que todos los ciudadanos eran responsables de entregar a los prófugos. El papel del gran Frederick Douglas fue clave en la lucha contra la esclavitud. Sus discursos conmovieron a la gente, incluyendo las siguientes palabras:

“¿Qué es para el esclavo americano vuestro 4 de julio? Yo contesto: un día que le revela, más que todos los otros días del año, la gruesa injusticia y crueldad de las que es víctima constante.  Para él, su celebración es una farsa, su declamada libertad, una profana licencia, su grandeza nacional, hinchada vanidad; sus celebraciones, vacías y sin corazón; sus denuncias de tiranos, temeraria impudicia; sus gritos de libertad e igualdad, huecas burlas, sus plegarias e himnos, sus sermones y agradecimientos, con toda su ostentación religiosa y solemnidad, son, para él, mera ostentación, fraude, engaño, impiedad e hipocresía, un tenue velo para cubrir crímenes que avergonzarían a una nación de salvajes. En este mismo momento, no hay una nación de la tierra que sea más culpable de crímenes escandalosos y sangrientos que el pueblo de los Estados Unidos”.

Capítulo VI. La Revolución Americana: ¿Quién ganó? ¿Quién perdió?

Este capítulo, con información valiosa aportada por Howard Zinn, da una idea de la situación compleja antes de la llamada Revolución Americana. Abu-Jamal y Vittoria comentan que la versión generalmente enseñada en la escuela es que la gente estaba unida en su resistencia a los ingleses. Sin embargo, Zinn señala que el  país nunca ha sido definido por los intereses comunes. Había conflictos de clase y de intereses personales. Dice:

“No éramos ‘nosotros el pueblo’ que creamos la Constitución de Estados Unidos, sino 55 hombres ricos en Filadelfia. No lo hicieron por el beneficio de la gente en las colonias, sino por el beneficio de la élite que iban a reemplazar la élite británica en manejar el nuevo gobierno de independencia. Lo hicieron por el beneficio de los titulares de bonos, los dueños de esclavos, los comerciantes y la expansión a nuevas tierras”.

Explica Zinn que sí hubo oposición a la Ley del Timbre pero la gente no odiaba el impuesto porque vino de Inglaterra, sino porque eran muy pobres y no pudieron pagar.

El maestro revela que aún antes de la Revolución, se habían llevado a cabo motines para conseguir comida, rebeliones de esclavos y levantamientos de inquilinos, cosas que no se mencionan en ninguna clase de la escuela.

Dice Howard Zinn: “Hubo personas en este país que no se iban a beneficiar de la Revolución y lo sabían. Mientras la Guerra Revolucionaria se llevaba a cabo, se hizo claro que los negros no iban a ganar nada. Los indios tampoco…”

Al escuchar voces de resistencia en Virginia, el gobernador Dunmore anunció que él estaba convocando a tropas africanas para la causa lealista y que concedería libertar a los que respondían. El anuncio creó una amplia expectativa y fue motivo para varios actos de individuos en resistencia.

Al fin y al cabo, Abu-Jamal y Vittoria citan el ex presidente John Adams,  “la historia de nuestra Revolución será una permanente mentira”. Continuan:

No fue una revolución en apoyo a la libertad, no para los que más lo necesitaban, los cautivos tomados en África.

No fue una revolución para dar libertad a los millones de americanos que no tenían riqueza. Pasaron cientos de años para que pudieran votar.

No fue una revolución para casi la mitad del país: las mujeres.

No fue una revolución para hacer algo para los indios –excepto exterminarlos.

No fue una revolución para los inmigrantes que llegaron para escapar de las guerras religiosas y de clase en su contra.

De hecho, de ninguna manera fue una revolución. Fue una revuelta de los barones –un cambio de managers.

Fue una pelea sobre quién gobernaría esta tierra. ¿Sería el George III, o George Washington?

¿Quién sacaría ganancias?

Capítulo VII. La Doctrina Monroe: El Soñar del dominio eminente

Las palabras que el presidente de Estados Unidos James Monroe dirigió al Congreso en su Séptimo Discurso sobre el Estado de la Unión el 2 de diciembre de 1823, cimentaron la fundación del ‘Imperio Americano’ y desataron el modus operandi de la política externa del país que sigue siendo vigente.

La Doctrina Monroe, que se entendía como “América para los americanos”, implicaba la expansión forzosa del imperio y algunos años después, con su corolario del gran garrote de Teddy Roosevelt, “el ejercicio del poder policiaco internacional”.

Desarrollada principalmente por el Secretario de Estado y futuro Presidente de Estados Unidos John Quincy Adams, la Doctrina se describe por Gore Vidal como “un instrumento imperial que ha funcionado durante casi 200 años como una declaración de hegemonía para la intervención unilateral en las Américas y en el mundo”.

En un momento cuando las colonias españolas y portuguesas se estaban liberando, Monroe buscaba establecer una esfera estadounidense de influencia y evitar la colonización en las Américas por los viejos imperios europeos.

Desde el principio contaba con el apoyo del ex presidente Thomas Jefferson, violador de su esclava Sally Hemmings y supremacista blanca. Y desde el principio buscaba justificar las acciones de expansión que conllevan una política de extirpación, carnicería y matanza de indígenas y africanos. El “Padre del País” George Washington también fue temido entre los pueblos por fomentar esta política.

A la mitad del siglo diecinueve, se empezó a hablar de una idea que incorpora mucho del sentido de la Doctrina Monroe. Se trata del Destino Manifiesto, la creencia que Estados Unidos es una nación destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico. Con este imperativo, la marcha del ‘Imperio Americano’ se aceleró en nuevos territorios.  Esta idea es también usada por sus partidarios para justificar otras adquisiciones territoriales, hasta los territorios de Alasaka y Hawaii años después.

Aún antes de la promulgación de la Doctrina, Washington y Jefferson favorecían la política que representaba. Pudieron haber apoyado la exitosa revolución de esclavos llevada a cabo por los haitianos en Saint-Domingue, pero Washington ayudó a los hacendados blancos franceses y Jefferson hizo todo lo posible para impedir la creación de una república negra que podría servir como un modelo para la liberación de los esclavos en Estados Unidos. Al adquirir el territorio de Luisiana de Francia en 1803, él duplicó el tamaño del país y sentó las bases para la agresiva expansión hacia el Oeste que incluía la expansión de la esclavitud.

Abu-Jamal y Vitorria cierran este capítulo con las siguientes líneas:

“… la visión de la Doctrina Monroe ha fomentado la realidad de la guerra y el asesinato por todas partes. Teddy Roosevelt estaría orgulloso, porque el ejercicio de su poder policiaco  internacional ha estado en el centro de este espectáculo de fenómenos. Mientras miramos para atrás a la Doctrina Monroe desde nuestra percha aquí en las primeras décadas del siglo veintiuno, vemos lo que sólo se puede llamar un reino de terror”.

Capítulo VIII. La Otra América: Estados Unidos invade México

Inspirado por la Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto, James K. Polk fue elegido presidente de Estados Unidos en 1844 en base a su promesa para anexar Texas, Oregón y California. “En 1846, producimos nuestro primer conquistador, el presidente Polk”, escribió Gore Vidal.

En 1845, Polk anunció la anexión de Texas e invadió a México. Aunque el General Zachary Taylor había hablado en contra de la anexión de Texas y la invasión, terminó siguiendo las órdenes de Polk. La guerra con este país duró dos años. Cuando al final se firmó el tratado de Guadalupe Hidalgo, Estados Unidos se quedó con la mitad de México: California, Nevada, Texas, Utah, Nuevo México, Arizona y partes de Wyoming, Colorado, Kansas y Oklahoma.

La invasión de México fue controvertida en Estados Unidos. Los proponentes incluyeron a racistas abiertos y escritores como Hermann Melville, Walt Whitman y Ralph Waldo Emerson. Los opositores incluyeron Henry David Thoreau, Frederick Douglas, Abraham Lincoln y Ulises Grant. Gracias a Howard Zinn y su colega Anthony Arnove, también se obtuvo el diario del coronel estadounidense Ethan Allen Hitchcock, donde habla de su oposición a la invasión. Dice:

“Todos los periódicos parecen indicar que nuestro gobierno va a insistir en “nuestro reclamo”. Esto me parece monstruoso y abominable…He dicho desde el principio que Estados Unidos es el agresor. Hemos hecho enojar al gobierno de México. Durante 10 años hemos estado asediando e insultando su país”.

Abu-Jamal y Vitorria hablan de “un extraordinario evento de proporciones históricas”. Se trata de soldados estadounidenses encabezados por Irlando-Americanos que desertaron de las fuerzas imperiales y se unieron a los defensores mexicanos.

Se llamaban el Batallón de San Patricio, el cual convocó a hombres de varias nacionalidades a tomar armas contra los expansionistas estadounidenses.

Aunque el Batallón no ganó, sirvió como un admirable ejemplo de una fuerza armada multinacional, anti-imperialista y anti-esclavista dispuesta a luchar contra el Coloso de Esclavos en el Norte.

Los autores comentan que México prohibió la esclavitud en 1829, 30 años antes de que Estados Unidos fue obligado hacerlo después de una cruenta Guerra Civil. También en 1829 eligieron a Vicente Guerrero, un indígena negro, a la Presidencia, 179 años antes de que EUA eligiera a un hombre bi-racial de antecedentes africanos. Durante su mandato Guerrero puso fin a la esclavitud, abolió la pena de muerte, construyó escuelas y abrió bibliotecas para personas pobres.

En Estados Unidos, el gran Frederick Douglas solía dar discursos en eventos abolicionistas y anti-guerra. En Boston, él dijo:

“Ustedes han escuchado el aplauso por la denuncia de la guerra contra México, una guerra asesina, una guerra contra la libertad, contra el negro, contra los intereses de los trabajadores, contra la extensión de esa maldición—la esclavitud negra. ¿Por qué los oprimidos no pueden decir, cuando un opresor muere, sea por una enfermedad o por la mano de un enemigo en el campo de batalla: ¡un opresor menos en la faz de la tierra!? Por mi parte, no me importaría que mañana yo escuchara de la muerte de cada hombre que haya participado en esa sangrienta guerra en México, o que a cada uno le pasara lo mismo que él fue para allá para perpetrar contra gente que no le han ofendido en nada”. (Aplauso)

Abu-Jamal y Vittoria concluyen que Estados Unidos lanzó su proyecto imperial al mundo en base a las lecciones aprendidas en México sobre “mentiras; gandallaje; y el disfraz de la conquista con honor, libertad, destino manifiesto y sangre anglo-sajona…”

“¡México hoy—mañana el mundo!”

Capítulo IX. Vida y muerte en el patio trasero del Imperio: Arrogancia imperial al sur de la frontera. 

La Doctrina Monroe ha expuesto a millones de personas al sur de la frontera a la agresión estadounidense, a la paranoia estadounidense, y a la tremenda muerte y destrucción provocada por esta agresión, dicen los autores. La triste verdad era que Estados Unidos era un imperio.

Guatemala

El capítulo empieza en 1954 en Guatemala con el derrumbe del gobierno democrático de Jacobo Arbenz, quien había expropiado miles de hectáreas de tierra de la empresa United Fruit. Mercenarios pagados y armados por la CIA en bases militares en Nicaragua y Honduras lanzaron una invasión acompañada por aviones estadounidenses para establecer el gobierno represivo del Coronel Carlos Castillo Armas, quien devolvió la tierra a la United Fruit. Esto se volvió el modelo por el cual agentes de la CIA derrocaron gobiernos por todo el continente y en algunas otras partes del mundo.

Cuba

Esta larga sección reporta la interferencia de Estados Unidos en la Guerra de Independencia y en la Revolución Cubana, con énfasis en la fracasada invasión de Playa Girón bajo Operación Pluto por el gobierno de Kennedy, y los numerosos atentados contra la vida de Fidel Castro por Operación Mangosta, algunos coordinados con mafiosos como Meyer Lansky y Santo Trafficante. Sin embargo, Castro sobrevivió nueve presidentes estadounidenses antes de renunciar. Parece que era más “mangosta” que el operativo de la CIA para asesinarlo, comentan los autores.

Santo Domingo

Durante el conflicto en la República Dominicana por la elección presidencial de Juan Bosch, el gobierno de Lyndon Baines Johnson promovió una invasión de la isla bajo el pretexto de siempre: proteger a las vidas americanas. Bosch había derrotado la junta militar que tomó poder después del asesinato del dictador Rafael Trujillo, y disfrutó del apoyo de la mayoría de los jóvenes del país. Ellos favorecían la independencia y prefirieron a Bosch que a cualquiera de los títeres de Washington.

En todas partes de America Latina, hubo críticas a la intervención de Johnson como un claro ejemplo de una violación del principio de no-intervención. Pero ser imperio significa que nunca tienes que disculparte, dicen los autores de nuestro libro, y Johnson se negó a retirar los marines. Por lo contrario, mantuvo una larga y dañina presencia militar en Santo Domingo.

El libro también explora conflictos en Colombia y El Salvador y otros países afectados por la guerra fría y cambios más recientes. Menciona el papel de varios presidentes estadounidenses en ellos, incluyendo a Ronald Reagan, Jimmy Carter y Barack Obama. Destaca el aprecio de Nelson Mandela por Cuba.

Capítulo 10. NO.

“La desobediencia civil no es nuestro problema. Nuestro problema es la obediencia civil”. – Howard Zinn

Los hombres y mujeres nombrados por desafiar las fuerzas del imperio incluyen Jimi Hendrix, Nat Turner, Chief Joseph, John Brown, Emma Goldman, Andrea Dworkin, Dalton Trumbo, Assata Shakur, Harvey Milk, Cesar Chavez, Dolores Huerta, Tecumseh, Sitting Bull, Celia Sanchez, Ruben Salazar, Gil Scott Heron, Selma James, Arundhati Roy, Gary Webb, Bernadette Dohrn, Muhammad Ali, Vito Russo, Fred Hampton, Public Enemy, Mario Savio, Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Sacco y Vanzetti, Daniel y Philip Berrigan, Sourjourner Truth, Ellsberg, Manning, Greenwald, Snowden y todo el movimiento Occupy.

Dos perfiles se resaltan, los de Harriet Tubman y Malcolm Boyd.

El retrato de “Harriet Tubman, Soldado por la Libertad”,  empieza con la niña a la edad de cinco, alquilada a una mujer blanca como trabajadora, donde recibe cuatro latigazos en su cara el primer día. Su primer escape ocurrió a la edad de siete, cuando logró esconderse en un chiquero durante varios días hasta que tenía tanta hambre que tuvo que regresar, sólo para ser golpeadasalvajemente por el señor de la casa.

Las descripciones de Harriet se inspiran en gran medida en la biografía escrita por la activista  e historiadora Butch Lee: Jailbreak out of History (Fuga de la historia), Brooklyn NYC, 2009.

Después de escaparse a la edad de 25, Harriet tuvo que usar sus habilidades de guerrilla tras las líneas del enemigo para rescatar su gente de la esclavitud una y otra vez. En 19 redadas, ella con frecuencia cambiaba sus tácticas, dice Butch Lee. “Si se sospechaba de ella, por ejemplo, ella llevaría a sus prófugos con sus papeles falsificados en un tren que iba hacia el Sur, para luego seguir hacia el Norte”.

En el Norte, Harriet habló en varios mítines contra la esclavitud a pesar de tener una recompensa de $40,000 sobre su cabeza.

En el Sur, ella era venerada, y cuando empezaban a cantar el espiritual negro “Go Down Moses” en las chozas de las plantaciones, todos lo reconocían como un código que ella –la Generala Moisés–  estaba cerca y vendría para rescatarlos.

Al empezar la Guerra Civil, Tubman se volvió un recurso invaluable para los comandantes de la Unión por conocer la tierra del Sur y conocer a la gente. En la famosa Redada Combahee que ella encabezó, destruyeron minas anti-personas y bienes con valor de millones de dólares; además se llevaron 800 esclavos sin perder un soldado o recibir una herida.

Abu-Jamal y Vitorria concluyen que la extraordinaria vida de Harriet Tubman era un gran NO a la esclavitud, la brutalidad y el mito de la supremacía blanca.

¡A la libertad, fue un gran YES!

El retrato de “Malcolm Boyd, Estorbando la Paz” destaca que el 16 de junio de 1970, el sacerdote episcopaliano y activista para la paz encabezó un grupo en sus oraciones afuera del Pentágono.

Boyd había iniciado sus acciones públicas no violentas en 1961 con los Freedom Riders que viajaron por el Sur en sus camiones para exigir un fin a la segregación racial. Se unieron a las acciones de sentarse en un restaurante para exigir servicio y ser detenidos por la negación de servicio.

Desde los años 40, Boyd había sido productor de televisión, y después hizo su trabajo posgrado en el SeminarioTeológico Unión en Nueva York. Trabajaba con Martin Luther King y varios grupos religiosos y políticos.

Apareció en universidades y cafés en todas partes del país para leer sus controvertidas oraciones y promover diálogo. Se conocía como el Padre Expreso. En 1965, salió gay con la publicación de su poema “Este es un bar homosexual, Jesus”.

¿Y por qué detuvieron al padre-activista y su grupo mientras rezaban por la paz afuera del Pentágono? Por estorbar la paz.

Durante sus 90 años en la faz de la tierra, a las estructuras de poder, al racismo, a la guerra, a la pobreza, al fanatismo anti-gay, Malcolm Boyd decía NO.

https://amigosdemumiamx.wordpress.com/2018/07/09/resena-asesinato-incorporado-imperio-genocidio-y-destino-manifiesto/

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