Por Mumia Abu-Jamal
Últimamente se habla de arreglos en un sin fin de causas civiles contra las grandes empresas farmacéuticas, la fuente de productos opioides como la oxicodona, por ejemplo, que ha dejado diez mil personas sujetas a la adicción. De la misma manera, estos productos han provocado decenas de miles de muertes, de hasta 70,000 personas cada año, según algunos informes.
Ningún hombre o mujer en el pabellón de la muerte es acusado de algo remotamente parecido.
Y ningún ejecutivo corporativo, sea cual sea su responsabilidad jurídica, sufre un destino remotamente parecido a la vida en el pabellón.
Esta es una cuestión especialmente desconcertante cuando consideramos los estragos de la “guerra anti-droga”.
Los jóvenes encapuchados con sus gorras de beisbol vueltas hacia atrás se involucraron en la venta al menudeo de drogas libres de impuestos en las calles estrechas y las vecindades de los guetos de Estados Unidos. Por esto, fueron atacados por policías y agentes federales con toda la ferocidad de una guerra. De hecho, ha sido una guerra con gente tratada como enemigos del Estado y echados en prisión durante décadas o para siempre.
Entra Big Pharma, lanzando drogas al mercado en Estados Unidos en una escala industrial para ganar miles de millones de dólares.
Consideren este sencillo hecho: En un año, más estadounidenses han muerto de productos opioides corporativos que todas las tropas que murieron en Vietnam en diez años de guerra.
Los vendedores al menudeo de la droga esperan décadas en prisión. Para los comerciantes corporativos al mayoreo, el Estado prefiere demandas civiles. ¿Desde hace cuándo el asesinato de miles de personas es un agravio civil?
Cuando presenciamos los parámetros de la “guerra anti-droga”, entendemos que ésta nunca tuvo nada que ver con drogas y todo que ver con la represión del Estado contra la gente en los guetos y barrios de Estados Unidos.
Desde la nación encarcelada, soy Mumia Abu-Jamal.
Grabado: Gracias a Colibrí de La Brigada Cultural Subversiva