¿Qué es para un preso el 4 de julio?
Por Mumia Abu-Jamal, 1993
(Leído por Bernadette Devlin McAliskey)
Mi nombre es Bernadette Devlin McAliskey. ¡La voz profunda y resistente de Mumia Abu-Jamal ha sido silenciada y censurada! Les leeré una de sus columnas esclarecedoras escrita después de la visita de Nelson Mandela a Filadelfia en 1993. Su mensaje sigue siendo relevante hoy. ¡Estas palabras fueron escritas a mano en una celda de aislamiento (sin su derecho a llamadas telefónicas), por un hombre que esperaba su ejecución! Mumia comienza con un pasaje del discurso de Mandela que cita a Frederick Douglass: ¿Qué es para un esclavo americano su 4 de julio?
“En un momento como éste, hace falta la ironía abrasadora, y no un argumento convincente. Ah, si tuviera la capacidad y pudiera llegar al oído de la nación, hoy soltaría una corriente de burlas mordaces, reproche detonador, sarcasmo aplastante y amonestación severa, porque no hace falta luz, sino fuego, no una refrescante lluvia, sino trueno. Hace falta la tormenta, el torbellino, el terremoto. El sentimiento de la nación debe ser acelerado, la conciencia de la nación debe despertarse y la propiedad de la nación debe soportar un sobresalto. La hipocresía de la nación debe ser destapada y sus crímenes contra Dios y el hombre proclamados y denunciados.
¿Qué es para el esclavo americano su 4 de julio? Contesto: un día que le revela, más que todos los otros días, la tremenda injusticia y crueldad de la que es víctima constante. Para él, su celebración es una farsa. La libertad de la que tanto se jacta es una licencia profana; su grandeza nacional, vanidad exagerada; sus saludos alegres, gritos vacíos y desalmados; sus denuncias de tiranos, descarada impudencia; sus llamados a la libertad e igualdad, huecas parodias. Sus plegarias e himnos, sus sermones y días de acción de gracias, sus desfiles religiosos y solemnes son, para él, solo rimbombancia, fraude, engaño, impiedad e hipocresía, un fino velo para encubrir crímenes que avergonzarían a una nación de salvajes. En este momento, ninguna otra nación del planeta es culpable de prácticas tan horribles y sangrientas como lo es Estados Unidos”. Frederick Douglas, 5 de julio, 1852.
El 4 de julio de 1993, el presidente del Congreso Nacional Africano Nelson Mandela citó este discurso de Frederick Douglass en Filadelfia cuando aceptó la Medalla de la Libertad junto con el presidente de Sudafrica F. W. De Klerk. Si la presencia conjunta de Mandela y De Klerk no fuera suficiente para generar controversia, la participación de los presentadores del premio –el alcalde de Filadelfia, Ed Rendell, y el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton– seguramente alentaría la controversia entre los radicales.
Cientos de Negros de Filadelfia que admiran a Mandela se ofendieron por la presencia de De Klerk. Aunque se supone que la gente de Filadelfia otorga el premio, la gente verdadera de Filadelfia tuvo poco que decir sobre la elección de los ganadores de la Medalla de la Libertad, y menos que decir sobre su rechazo al muy impopular homenajeado De Klerk.
La elección de los Medallistas de la Libertad no se hizo por la gente, sino por las grandes empresas de Filadelfia. ¿Por qué? ¿Por qué las personas, muchas de las cuales han trabajado durante más de veinte años contra el apartheid y por la liberación de Mandela, quedaron excluidas? ¿Por qué sus protestas contra De Klerk fueron ignoradas?
Cuando la mayoría africana tome el poder en Sudáfrica, las grandes empresas estadounidenses quieren tener amigos allí. Si uno lee los nombres de los patrocinadores corporativos de la Medalla de la Libertad, suena como un pase de lista de la Cámara de Comercio: Unisons Corp, Pennsylvania Bell y otras corporaciones parecidas.
Mandela, (quien no será elegido hasta 1994) no ha votado en las elecciones del gobierno en setenta y cuatro años, y ahora con el Presidente De Klerk elegido por el conteo de votos de los blancos, sólo tiene la esperanza de su propia libertad. La minoría blanca en Sudáfrica ha hecho todo lo posible para sofocar la libertad africana durante trescientos años. La mayoría africana, incluso después de los premios, todavía no está libre.
Desde el corredor de la muerte soy Mumia Abu-Jamal.
Imagen gracias a Aquiles Ruidográfico Brinco