De una lucha a otra: Lecciones del primer movimiento abolicionista
Por Mumia Abu-Jamal
Este artículo es parte de la serie Abolición para el Pueblo, presentada por una asociación entre Kaepernick Publishing y LEVEL, una publicación de Medium para y sobre las vidas de hombres negros y morenos. En 1981, un integrante del Partido Pantera Negra, Mumia Abu-Jamal, fue condenado a muerte por un “juez de la horca” por el supuesto asesinato de un policía blanco en Filadelfia. En el año 2000, Amnistía Internacional encontró que el caso estaba ‘irremediablemente corrompido por política y raza y que no cumplió con las más mínimas normas internacionales para un juicio imparcial’. Mumia forma parte de la generación de radicales negros sujetada por el Estado a pruebas de propaganda y encierro bajo el concepto de “la ley y el orden” en los años 60, como preludio a la represión carcelaria desplegada contra las comunidades pobres y urbanas constituidas por poblaciones negras y morenas en los años 80 y 90. En el corredor de la muerte, Mumia se volvió un escritor de gran poder literario, y nos da gusto presentar esta pieza como parte de Abolición para el Pueblo. — Los Editores, Kaepernick Publishing
Al considerar el término “abolición”, uno con frecuencia tiende a verlo como una amenaza que surge de la izquierda. Según otra perspectiva, sin embargo, se entiende la abolición como una respuesta natural a una situación que se ha vuelto insoportable.
¿Cuál condición se extendió ante la nación en sus tiempos de fundación? La esclavitud: el cautiverio humano que se posó como un íncubo sobre los cimientos de la nueva nación y transformó sus declarados fines e ideales en mentiras. Después de reflejarnos un poco, tal vez veremos que la noción de abolición tiene profundas raíces históricas. Consideren, por ejemplo, el verano de 1776, cuando los delegados al Congreso Continental se juntaron en el calor sofocante de un salón en Filadelfia. Estos hombres de la élite intelectual del país eran científicos, escritores, doctores y pensadores, pero sus pretensiones con respecto a las ideales de la nueva nación llevaban densas contradicciones. Escribieron y adoptaron un documento que dijo, entre otras cosas, lo siguiente:
Sostenemos que estas Verdades son irrefutable; que todos los Hombres son creados iguales; que están dotados por su Creador con ciertos Derechos inalienables; que entre estos están el derecho a la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad; que para garantizar estos Derechos se instituyen entre los Hombres los Gobiernos, los cuales derivan sus Poderes legítimos del Consentimiento de los Gobernados; que cuando cualquier forma de Gobierno se torna Destructiva de estos Fines, es el Derecho del Pueblo el alterarla o abolirla.
Estas palabras sobresalen en la Declaración de Independencia, adoptada el 4 de Julio de 1776, y celebrada en todas partes de Estados Unidos cada año en el Día de la Independencia.
Cuando muchas personas se juntaron en el siglo diecinueve para oponerse al sistema de esclavitud en plena expansión, fueron llamadas abolicionistas. Fueron considerados por los gobernantes y la prensa excéntricos en el mejor de los casos, y locos de atar en el peor. A pesar de la existente opinión popular, la esclavitud era el aire que la gente respiraba. La nación era tan profundamente y abiertamente negrofóbica y racista, que la idea de un grupo multi-racial y anti-esclavista se consideró aberrante.
Además, el documento firmado por figuras destacadas como Ben Franklin, Thomas Jefferson, Dr. Benjamin Rush, y John Adams, incluyó frases piadosas como “todos los hombres son creados iguales”, mientras a los hombres de piel oscura, hombres blancos sin propiedades, y todas las mujeres les prohibieron votar o postularse para una puesta de poder. Los pueblos indígenas fueron vistos como parte de un territorio salvaje y no como parte de la nación contemplada.
En octubre de 1859, el abolicionista blanco John Brown encabezó a 21 hombres en una redada al arsenal estadounidense Harpers Ferry en el estado de Virginia; fue un esfuerzo para armar a los cautivos africanos en plantaciones cercanas para que pudieran lanzarse a luchar por su libertad. Brown ha de haber enfrentado fuertes desafíos logísticos con respecto a las comunicaciones necesarias para ser escuchado y ganar la confianza de una comunidad esclavizada, en gran parte analfabeta, y ferozmente reprimida, continuamente sometida a la vigilancia de milicias blancas y armadas.
Los abolicionistas presentaron otra visión y por eso, otro futuro. El asalto a Harpers Ferry, Virginia, fue un paso en la marcha crucial hacia la Guerra Civil que, después de tremendos sacrificios, por fin logró la abolición de la esclavitud.
Casi un año después del fracaso de la redada de John Brown, Abraham Lincoln, uno de los presidentes más admirados en la historia del país, describió el ataque y los atacantes como hombres apenas mejor que lunáticos y regicidios. En Febrero de 1860, Lincoln habló ante una multitud en el Instituto Cooper de Nueva York (ahora conocido como “Cooper Union”) para distanciarse personalmente y distanciar a su partido (Republicano) del asalto a Harpers Ferry. Lincoln le dijo al público que Brown no era Republicano y que los Republicanos no tenían nada que ver con la redada. De hecho, Lincoln aseguró al público norteño que él no apoyaba la abolición y su partido tampoco. A decir verdad, su perspectiva es lejos de ser singular, porque el hecho de ser propietario de esclavos era profundamente normal en la experiencia e historia estadounidense.
Lo que esto significa, por supuesto, es que las y los abolicionistas eran personas realmente notables quienes vieron más allá del presente hacia un tiempo aún no nacido. Impulsados con frecuencia por sus convicciones religiosas, alentaron los ataques contra el sistema de esclavitud, el cual vieron como un mal innecesario.
En 1858, un año antes de la redada contra Harpers Ferry, Lincoln opinó que la esclavitud iba a durar por lo menos cien años más, o tal vez hasta 1958 o los 1960s. Es importante notar que el pronóstico de Lincoln era para tranquilizar a la esclavocracía. No era una evaluación de la dinámica contrarrevolucionaria, la cual detonó la guerra.
A pesar de esta observación, lo que esto significa para nosotros en el siglo 21 es que las personas ahora consideradas líderes o empresarios o africano-americanos exitosos, como Oprah Winfrey, Rev. Dr. Martin Luther King, Jr., Thurgood Marshall, Rev. Jesse Jackson, Duke Ellington, Lena Horne, Muhammad Ali, Dr. Maya Angelou, Debbie Allen, Toni Morrison, Malcolm X, Bessie Smith, Maxine Waters, Alex Haley, Lerone Bennett, Hank Aaron, y sí, hasta el Juez de la Suprema Corte Clarence Thomas, habrían nacido en cautiverio si la opinión de Lincoln hubiera prevalecido.
Las y los abolicionistas dieron un paso adelante hacia la eliminación de la esclavitud. No era un paseo en el parque. La abolición era un movimiento profundo y comprometido con la transformación social que buscaba derribar las instituciones que innecesariamente infligían dolor en la gente. Las y los abolicionistas como Frederick Douglass, Harriet Tubman, y John Brown forjaron un nuevo Estados Unidos, uno que había sido inimaginable para las generaciones anteriores. Vieron más lejos que sus contemporáneos y hasta les avisaron de problemas que los amenazaron desde la periferia.
En mayo de 1865, un mes después de que los ejércitos confederados se rindieron a las fuerzas armadas de la Unión, Douglass dió una potente advertencia a sus compañeros abolicionistas sobre las amenazas contrarrevolucionarias que surgían de las ruinas de la Guerra Civil:
“La esclavitud ha sido fructífera en adoptar nombres. Se ha llamado ‘la institución peculiar’, ‘el sistema social’, y ‘el impedimento’… Ha tenido un gran número de nombres, y ahora va a adoptar otro. Ustedes y yo debemos esperar a ver cuál nueva forma el viejo monstruo va a asumir, en cuál nueva piel la vieja serpiente saldrá”.
La Era de Reconstrucción marcó la breve década de la libertad posguerra para los Negros hasta que la Suprema Corte derrocó la Ley de Derechos Civiles de 1875 y mantuvo su dictamen durante casi todo un siglo hasta el surgimiento y crecimiento del Movimiento de Derechos Civiles en los 1950s y 1960s.
Los abolicionistas intentaron obligar a la nación a honrar sus promesas de justicia imparcial, libertad y los derechos plasmados en las Enmiendas 13, 14, y 15 de la Constitución de Estados Unidos, diseñados para proteger los derechos de los ciudadanos negros, pero la advertencia de Douglass sobre la mutabilidad de la vieja serpiente racista no fue escuchada. Los logros del periodo conocido como ‘la Reconstrucción’ fueron ahogados en un mar de terror y sangre.
Desgraciadamente una cláusula en la Enmienda 13 garantizó la continuación de la esclavitud bajo otro nombre en la forma del Estado carcelario. Hoy en día las prisiones son el tercer empleador más grande en la nación, según la socióloga Loïc Wacquant — y una vez más, las personas negras son su divisa.
Sin embargo, tenemos ante nosotros las lecciones del noble Movimiento Abolicionista contra la esclavitud: luchar y luchar de una a otra generación hasta que el pueblo por fin quede libre y la ‘vieja serpiente’ no puede esconderse tras ninguna máscara.
Hemos citado el texto de la Declaración de Independencia sobre “el Derecho del Pueblo… a abolir” sistemas injustos que amenazan la Vida, Libertad y Felicidad del Pueblo, pero ese derecho no viene del documento. Surge de los corazones, mentes e insistencia del Pueblo viviente que respira el aire que nos sostiene a todos. ¿No es la misma energía que nos llama a apoyar al Movimiento Abolicionista actual que trabaja para derrocar el sistema que despoja a millones de personas enterradas en celdas carcelarias y aisladas en el enorme penitenciario de las naciones de su Vida, Libertad y Búsqueda de Felicidad?
No hace falta historizar nuestras preguntas o arrojarlas a los viejos días del pasado. Viven dentro de nosotros en nuestras esperanzas, sueños, y visiones de un mundo libre de los sistemas represivos que son sólo las sombras de la esclavitud. ¡Abolición Ahora!
Después de enfrentar ejecuciones programadas dos veces en los 90s, la vida de Mumia se salvó cuando un masivo movimiento internacional se movilizó en las calles en su apoyo. En 2011, después de 28 años en el pasillo de la muerte, un tribunal federal dictaminó que la sentencia de muerte había sido impuesta de manera anticonstitucional. Su sentencia fue conmutada a cadena perpetua sin la posibilidad de libertad condicional. Esto no es suficiente. Liberar a las y los presos políticos es la tarea moral de cada generación emergente de revolucionarios y luchadores sociales. Ya es hora de llevar a Mumia –y a todos los y las presos políticos—a casa.
— The Editors, Kaepernick Publishing