Por Javier Hernández Alpízar
Me llamo Ramona, soy de trapo. Soy el orgullo de Mary. He ido con ella a territorio zapatista. Y ahora tengo muchas hermanas, las muñequitas otomíes zapatistas. Tenemos tomado el edificio del INPI (Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas), en Coyoacán, en defensa de nuestros derechos en la ciudad de México, en Santiago Mexquititlán, Amealco, Querétaro, y en todo el territorio mexicano. Las muñequitas zapatistas otomíes nos oponemos al colonialismo y al extractivismo epistémico, que en este reportaje te vamos a explicar.
Las muñequitas decoran las oficinas del INPI y los otomíes, olvidados
A Isabel Valencia, mujer otomí en lucha, como a las otras otomíes que tomaron el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) el 12 de octubre del 2020, les sorprendieron el lujo de las oficinas y la presencia de las muñequitas otomíes “Ar Lele” como objeto decorativo en una institución que tiene olvidados a los otomíes y a los indígenas de carne y hueso.
“Muñequitas otomíes, sí, también fotografías, bordados. Hay personas que están con su maíz, o sea, todo lo que es nuestra cultura, todo lo tienen en papeles, en un libro forrado de bordados, de veras que uno los ve y dice: si me lo cuentan no lo iba yo a creer”, expresa Isabel.
El uso decorativo de sus artes populares es considerado, por las otomíes, parte de un proceso de despojo, “nos están despojando de todo, de nuestras culturas, nuestras raíces, también nuestros bordados. Creo que se los están llevando a China y ellos ya tienen máquinas, ya no es manual. Es una competencia muy desleal”.
El gobierno de Querétaro también se ha apropiado de la muñeca otomí: “ya hicieron una muñeca gigante, Lele, que va a dar la vuelta al mundo. Lo veo en la tele, ´ora sí que ya se quieren apropiar de la muñeca Lele y nosotros en el olvido”.
Las mujeres de la comunidad otomí, con su trabajo de hacer las muñequitas Ar Lele y venderlas en las calles, lograron popularizarlas, pero ahora las producen y venden diferentes particulares e incluso el gobierno de Querétaro. Sin embargo, el aprecio de cierto público por la artesanía otomí no ha significado un respeto a los derechos de las mujeres, familias y comunidades otomíes. “Desgraciadamente estamos en el olvido y ahorita por eso estamos aquí (en la toma del INPI) para decir que seguimos vivos y vivas.”
Lo dicen con su organización, con sus manifestaciones, la más reciente frente a la Secretaría de Relaciones Exteriores, que le negó pasaportes a delegados zapatistas que van a ir a Europa y a la delegada otomí que irá con ellos. Y lo expresan también con las muñequitas otomíes zapatistas, las hermanas de Ramona, la muñequita zapatista de la concejala Marisela Mejía.
Las muñequitas otomíes zapatistas contra el despojo: Sylvia Marcos
La apropiación de la muñeca Ar Lele por particulares y por el gobierno de Querétaro es despojo, considera la Dra. Sylvia Marcos, del Seminario Permanente de Antropología y Género, del Instituto de Investigaciones Antropológicas-Universidad Nacional Autónoma de México.
“Es simplemente un despojo. También un uso pervertido de objetos e imágenes que representan, adentro de cada comunidad, una serie de valores que se remiten a mundos espirituales, cosmogónicos, inscritos en las vidas simbólicas de la colectividad.”
Sylvia Marcos critica que “el uso político partidista, gubernamental, turístico, mercantil neoliberal, las deshabita y descarga de sus sentidos simbólicos para transformarse en objetos a la venta, en mercancías.”
Contra ese proceso de despojo, que no duda en llamar colonialismo, la Dra. Marcos reivindica el símbolo rebelde de la muñequita otomí. La compara con los muñecos y muñecas zapatistas chiapanecos, con “la Comandanta Ramona, se comparte una visión positiva de su quehacer de lucha. Qué bien que ahora la vistan de otomí zapatista.” Con esta muñeca, las mujeres otomíes “nos convocan a acercarnos, a querer esas luchas, a comprenderlas, a compartirlas. Es como un método de enseñanza para destruir la esquematización distorsionada que se tiene, en este caso, del zapatismo.”
El extractivismo epistemológico: colonizando y vaciando de contenido el arte indígena
La expropiación de artes y artesanías indígenas es parte de una estrategia multiculturalista, explican los antropólogos Imelda Aguirre Mendoza, del Programa de Etnografía, INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), equipo de Centro Norte, y Julio César Borja Cruz, del Colegio de Michoacán.
Julio César Borja expresa que el “uso de objetos o de imágenes que aluden a un tema indígena o un carácter étnico responde a una serie de políticas multiculturales impulsadas por los estados, pero también por empresarios e iniciativa privada”. El multiculturalismo reconoce la diversidad cultural, pero “en función de intereses estatales, están reconociendo, pero poniendo las reglas del juego.”
En el proceso de apropiación de la muñequita, la despojan de sus significados otomíes, asevera Imelda Aguirre: “es una afectación muy grande, pues están erradicándoles todo el significado, toda la raíz que tienen, en el caso de las muñecas, pues vemos que hay mariposas, hay serpientes, hay matas de maíz, y una gama de elementos que tienen un trasfondo, Y que a veces se ligan con la mitología, con la fundación de los pueblos, con la relación que tienes con el entorno”.
Además, los expropiadores obtienen un beneficio económico: los otomíes hacen “estas muñecas para comerciar, pero es en el ámbito de la sobrevivencia. En cambio, el empresario, el académico, el gobierno que se beneficia de esto tiene un plusvalor impresionante de estas creaciones, que nunca van a llegar a la gente, al recurso para la fiesta del pueblo, al recurso para comprar el maíz. Está lejos del ese ámbito comunitario,” redondea la entrevistada.
Los antropólogos han señalado que estas prácticas de despojo son extractivistas. “Extractivismo, explica Borja Cruz, en términos de recursos para generar un plusvalor para las personas que lo están gestionando, las instituciones y empresarios, quienes están tomando un elemento que pertenece a las comunidades indígenas y están utilizándolo para obtener mayores recursos, lo están vaciando de contenido y lo están explotando hasta más no poder.”
Pero ¿por qué es epistémico (de conocimientos) este extractivismo? La muñequita otomí sintetiza saberes, explica Aguirre Mendoza: “tiene significados específicos, de manera que cuando están bordando el maíz están contando sobre la dinámica de la milpa; cuando están bordando el solecito, a veces están saliendo narrativas sobre la importancia del sol y la luna o las mariposas; y te cuentan otra anécdota sobre sus difuntos. Todo esto, cuando lo hace una empresa, o quien tú quieras, se anula, no existe. Y entonces va en detrimento de todo un conocimiento que se transmite de generación en generación. Estás extrayendo la figura, pero anulada de todos los conocimientos contenidos que hay en las casas, en las comunidades. Sólo estás vendiendo figuras, así, sin sentido ni más, y dices que es otomí, pero de otomí no tiene nada. Lo otomí va más allá de la figura.”
Además, aprovechando la popularidad de la muñeca se teje la gentrificación del llamado “pueblo mágico”. A partir de la figura de la muñeca, “se promueve la declaración de pueblo mágico de Amealco, que es la cabecera municipal en donde se encuentra Santiago Mexquititlán. A partir de la muñeca, y de toda la difusión que se ha hecho, van muchos turistas, generando una derrama económica, pero son las cámaras de comercio, las cámaras de restauranteros y demás empresarios y la clase política, los que se ven beneficiados.”
De manera que cuando compramos una muñeca debemos ser cuidadosos, el antropólogo nos recomienda: “¿Cómo conocer?, pues acercándonos a los propios actores, a los propios creadores, con las personas que están vendiendo, con las comunidades. Hay ya muchos medios, las mismas mujeres en la toma del INPI, por ejemplo, están hablando mucho del valor de su muñeca y de la historia y cómo la crearon”.
Y al igual que Sylvia Marcos, ven con simpatía una muñequita zapatista otomí: “Yo creo que es una táctica de protesta, expresa Imelda Aguirre, por un lado tenemos a Lele, esa muñeca gigante, tomada de las creaciones, pero fabricada finalmente por el Estado. Y por otro lado, la antítesis, que es la muñequita zapatista, que está protestando. Yo creo que le puede dar una muy buena batalla a este otro proyecto, con la reivindicación de ellos (los otomies), la reivindicación de sus derechos.
Igualmente coincide con Sylvia Marcos, Julio César Borja, la muñequita zapatista genera empatía; “una de las cosas interesantes que puede tener la muñeca otomí zapatista es el tema de la empatía y de las luchas comunes, desde la diferencia. Estamos hablando de dos muñecas distintas (la chiapaneca y la otomí), con historias y procesos de creación distintos, pero tienen una misma lucha. Desde la diversidad, tienen un mismo enemigo, en este caso, estas políticas de despojo, exterminio y explotación. Una muñeca otomí zapatista me habla de los diálogos y de la escucha, de la empatía y de las alianzas posibles entre pueblos indígenas, pueblos originarios, pero también de la invitación que nos hacen muchas comunidades que describen esas luchas, a muchos otros, otras, que no pertenecemos a esas comunidades. También es cómo sumar. Es una invitación a la escucha y a trabajar desde nuestra diferencia con una política multicultural.”
Ramona, la Ramona zapatista otomí que ha acompañado a la concejala del Congreso Nacional Indígena-Concejo Indígena de Gobierno, Mary Mejía, a los Caracoles Zapatistas ahora también puede ir contigo a todas partes, por todo México, por Europa, por el mundo. A dondequiera que se luche por la vida.