Por Javier Hernández Alpízar
“Grecia no ha sido la cuna de toda clase de filosofía, ni tampoco el manantial de la cultura universal. El filosofar a la griega, que de maneras diferentes ha conformado el filosofar occidental, tiene que reconocer que hay muchas maneras de ser “amigos de la sabiduría”, que se traduce al tojolabal como “tener corazón ya” (´ayxa sk´ujol).” Carlos Lenkersdorf, Filosofar en clave tojolabal.
En Filosofar en clave tojolabal, Carlos Lenkersdorf, describe la filosofía viva, comunitaria e incluyente de los tojolabales, una lengua, una cultura, una cosmovisión y una filosofía del nosotros.
Lenkersdorf cuenta cómo la primera vez que escuchó a una comunidad tojolabal, sin comprender aún su lengua, oyó que usaban frecuentemente el “tik”. Le preguntó a la persona que lo acompañaba qué significa “tik” y esa persona le respondió que “tik” significa “nosotros” y es quizá la palabra más importante en el idioma tojolabal.
El lingüista Lenkersdorf sabía que una lengua-cultura implica una cosmovisión, y en el caso de la tojolabal, esa lengua-cultura incluye una capacidad de reflexión, crítica, capacidad de transformación y autocorrección, características del pensamiento filosófico.
Y esa cosmovisión y filosofía tojolabal se basa en el nosotros. Un nosotros que se abre de la comunidad tojolabal a todos los tojolabales, de todos los tojolabales a todos los pueblos mayas, de todos los pueblos mayas a todos los pueblos indígenas y de todos los pueblos indígenas a toda la humanidad.
Incluso, en esa cosmovisión, se incluyen los demás seres vivos y los demás entes, más que por “animismo”, por sabiduría ontológica. La relación sujeto-objeto occidental no existe en sus lenguas: no son humanocéntricas y respetan la dignidad ontológica de los demás seres, los no humanos. (Cosmovisiones / Carlos Lenkersdorf, http://www.medios.ceiich.unam.mx/video/30/)
Ese concepto de nosotros es lo menos “sectario” que se pueda imaginar. Y se refleja en la manera como se han comportado los mayas zapatistas desde su alzamiento armado el 1 de enero de 1994. Eligieron para alzarse una fecha que tiene que ver con la historia actual: es la fecha de inicio del TLCAN. Es un alzamiento armado antineoliberal y anticapitalista, no un movimiento étnico, sino una invitación a la liberación de toda la nación mexicana, liberarse de la dictadura priista, representada en ese momento por Salinas de Gortari.
Pero es también una rebeldía de alcance mundial y así fue leída desde un inicio por colectivos de muchos países. El alzamiento y la palabra zapatista inspiraron mucho del movimiento altermundista contra el libre comercio (el neoliberalismo). Algunos de esos activistas han respondido a las convocatorias de foros intergalácticos, de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y del comunicado que anuncia una lucha mundial por la vida.
Y desde siempre, los zapatistas llamaron una y otra vez a la sociedad civil mexicana a encontrarse, dialogar y organizarse. Propiciaron que los diálogos de San Andrés fueran no solo entre los zapatistas y el gobierno, sino que participaran muchos otros pueblos indígenas, y expertos indígenas y no indígenas. Ahí se conocieron muchos de los que luego integraron el Congreso Nacional Indígena, que resiste a la contrainsurgencia y sigue en resistencia hoy.
Ahora que los zapatistas salen de gira por el mundo, con una primera etapa en Europa, pero con posteriores etapas en los demás continentes, ponen en práctica su “tik”, su nosotros, abierto a incluir a la humanidad: un nosotros planetario. Edgar Morin y Anne Brigitte Kern escribieron un libro titulado Tierra patria, en él dicen que nos deberíamos considerar, sin dejar der ser ciudadanos en nuestro entorno cercano, ciudadanos del planeta. Los zapatistas ya lo son, ciudadanos de sus Caracoles, donde se autogobiernan, y ciudadanos del planeta.
Darilí Oropeza publicó un reportaje acerca de cómo las mujeres zapatistas desde 2006, mientras en la Otra Campaña la delegación zapatista recorría el país, bordaban imágenes de zapatistas en barco rumbo a Europa. En la revista Rebeldía se publicó un reportaje de cómo llegaron activistas internacionalistas griegos a construir aulas para escuelas autónomas zapatistas: mientras los griegos se mostraban deseosos de aprender las lenguas de los indígenas, los zapatistas procuraban aprender griego.
En una entrevista con Diego Enrique Osorno, quien está haciendo la cobertura de la gira europea zapatista, Galeano le contó que hoy son muchos jóvenes zapatistas quienes hablan castellano, además de hablar las varias lenguas mayenses: tzotzil, tzeltal, tojolabal, mam, chol y zoque. Son políglotas. Y con esas lenguas, aprenden esas cosmovisiones. Aprendieron castellano no para desarraigarse sino para comunicarse con los demás.
Por eso están muy por encima de los falsos nacionalismos. El patriotismo es el último refugio de los canallas, decía el Dr. Samuel Johnson. Los zapatistas aman su terruño, sus Caracoles, su patria, México, pero también su patria grande: el planeta. Su “tik”, su nosotros, es planetario. Por ello no van a pedir perdones sino a escuchar y aprender, a encontrar lo que tenemos en común, a juntar, como la rola de Fito Páez, países y esperanzas.
Y que nuestra lucha es por la vida no es romanticismo, ni metáfora, no es poesía, es el único programa político sensato en tiempos de pandemias, extinciones de especies, desastres climáticos de origen capitalocénico.
El verdadero sectarismo hoy son los nacionalismos del siglo XVIII y XIX, que hoy se repiten como parodias, los cuales serían meramente ridículos, si no fuera por sus nefastas consecuencias cuando se ejercen como necropoder hipócritamente disfrazado de humanismo.