Por Javier Hernández Alpízar
“Como un emperador que marcha al exilio, me fui a calentar el biberón.”
Antonio Ortuño.
En los tres cuentos de esta selección (Material de Lectura 138, Cuento Contemporáneo), Antonio Ortuño hace una sátira de diferentes formas de asumir la masculinidad y el desafío que pueden plantearle diversas situaciones: la labor de Sísifo que implica intentar ser un escritor exitoso, en un país donde la “promoción de la lectura” puede estar en manos de los promotores de la frivolidad y éstos pueden entrevistar a un autor sin haber leído su libro; el contador a quien su esposa le pone los cuernos con un mago, y cómo recupera con magia el objeto de deseo disputado; el jefe de redacción o director de un diario que tiene que mantener su hombría contra la mala suerte y contra la inseguridad y violencia urbana, porque “soy un hombre”.
Más que la habilidad del autor para la sátira y el humor negro (sobre todo en el relato sobre el escritor y sus giras por ferias en provincias), resulta interesante que el rol masculino es cuestionado por la vida misma.
En el caso del primer cuento, “El príncipe con mil enemigos”, por la necesidad de tener éxito y competir, como autor de novelas, con mujeres que también escriben o con compositores (como El Pájaro Cu) que cuentan con el arte de la canción para ganar público, y enfrentar la ambigüedad, desventajosa para lo verdaderamente literario (el espacio de cercanía entre texto y lector), en un medio farandulesco en el cual los libros son una noticia que necesita de un plus escandaloso para tratar de llamar la atención.
“Lana susurró en mi oído: Ahora quiero ver que les leas algo que les interese la mitad.”
En el caso del hombre engañado por su esposa (en “El grimorio de los vencidos”), la humillación, como él vive el caso, ocurre mediante la seducción de la magia, así que él también se vale de la magia. Un recurso que se considera normalmente “femenino” es usado aquí por los hombres, y, con ello, se invierte el modelo tradicional de relatos en que son las mujeres las que hacen ritos o pócimas mágicas para tener, como trofeo, a un hombre.
Probablemente el más sencillo y anecdótico, “Masculinidad”, es más directo: aquí la hombría está siempre en el campo de juego de dominio entre hombres, aunque a veces cuente la suerte, como en una apuesta y el resultado de un partido de futbol. O en el hecho de resistirse a un asalto.
Si el humor es un corrosivo cuestionamiento, en este caso puede leerse, sin forzar los textos, como un cuestionamiento del hombre de éxito. Quizá relatos donde esa masculinidad no resultara cuestionada podrían ser involuntariamente humorísticos e inverosímiles. Así que mejor es irse riendo deliberadamente, y poniendo en epojé esa mítica virilidad tradicional. Porque como dijo el Nobel de literatura Bob Dylan, “los tiempos están cambiando”.
Además, el humor puede cuestionar a quienes están, real o supuestamente, en el poder, en lugar de lo que hacen los practicantes de la stand up comedy: humor clasista, sexista y racista contra las y los oprimidos. Por las muchas sátiras contra las mujeres, esta vez la mirada satírica masculina puede ser autoirónica.
Antonio Ortuño, Material de Lectura 138, Cuento Contemporáneo, nota introductoria de I. M. Oliveira, UNAM, México, 2020.