Por Javier Hernández Alpízar
El movimiento zapatista apareció a la luz pública en la medianoche del 31 de diciembre de 1993- madrugada del 1 de enero de 1994 con un levantamiento armado indígena en Chiapas que tomó por sorpresa a la sociedad mexicana. El alzamiento estalló justo en el minuto en el que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Canadá, Estados Unidos y México.
En estas líneas resumimos algunas de las aportaciones a la democracia y a las luchas populares en México de este movimiento social indígena que cuando se alzó en armas llevaba diez años de organización clandestina.
Sus demandas solían resumirlas en tres palabras al final de sus comunicados: “¡Libertad! ¡Justicia! ¡Democracia!” y las explicaron con palabras como: “No pedimos limosnas ni regalos, pedimos el derecho a vivir con dignidad de seres humanos, con igualdad y justicia como nuestros antiguos padres y abuelos”.
Después de 12 días de guerra, una amplia movilización social que expresó compartir las causas del alzamiento indígena, pero no la vía armada, obligó tanto al gobierno de Carlos Salinas de Gortari como al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a decretar un alto al fuego que abrió paso a un diálogo en la catedral de San Cristóbal de las Casas.
Parecía un caso con una rápida solución pacífica, si se comparaba con los conflictos armados en los países centroamericanos de los años anteriores, pero era apenas el inicio de una resistencia de largo aliento que se mantiene vigente.
Uno de los documentos del EZLN que resume parte de su historia y de su visión política es la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, publicada en 2005. En ese texto los indígenas rebeldes manifiestan abiertamente una postura de izquierda anticapitalista.
Su total negación a participar con partido político electoral alguno y a apoyar a alguna de las candidaturas en 2006, les costó una disminución en la convocatoria masiva que habían concitado en años anteriores. Particularmente los dejó de apoyar una gran cantidad de personas que desde entonces han respaldado al actual presidente Andrés Manuel López Obrador, antes como candidato (2006, 2012) del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y luego como candidato y hoy presidente por el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
A pesar de esta disminución de simpatizantes en México, los zapatistas han seguido con la construcción de autonomía territorial, económica, militar y autogobierno en una porción del territorio chiapaneco que tienen controlada mediante una forma de organización indígena y campesina en municipios autónomos que se autodeterminan mediante sus Juntas de Buen Gobierno y que tienen sedes en sus Caracoles.
Los primeros municipios autónomos los fundaron en 1994, pero se han extendido y multiplicado, y las Juntas de Buen Gobierno, así como los Caracoles sedes, fueron inaugurados en 2003. Con ello, exactamente a la inversa de la actual militarización y el militarismo en México, el EZLN puso el gobierno en manos de los civiles, y dejó al componente militar fuera de toda función de gobierno.
Con esa autonomía las comunidades zapatistas tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales zoques y mames han impulsado proyectos de agricultora de autoconsumo y para vender y exportar café, y cooperativas, colectivos y promotores de artesanías, educación, salud, comunicación, arte y cultura.
Además de la insurrección armada mencionada, algunos de los momentos más importantes en la larga historia de este movimiento social indígena son:
Los diálogos de paz y la firma de los acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígena en 1996. Se trató de una amplia discusión en la que participaron no solamente el EZLN y el gobierno federal (Ernesto Zedillo), cada uno con sus respectivos asesores, sino muchas organizaciones y pueblos indígenas; algunos de los cuales fundaron el Congreso Nacional Indígena (CNI), actualmente en resistencia contra proyectos de desarrollo capitalista que invaden sus territorios.
En el año 2000, los zapatistas realizaron la Marcha de la Dignidad Indígena – Marcha del Color de la Tierra, que recorrió 17 estados del país y culminó con las palabras de la comandanta Esther y de otros representantes del EZLN y el CNI en el Congreso de la Unión. La mayoría de los legisladores, de los tres partidos entonces dominantes (Partido Revolucionario Institucional, PRI, Partido Acción Nacional, PAN, y algunos del PRD) aprobaron una reforma indígena que no recogía los Acuerdos de San Andrés, especialmente la autonomía y derechos de los pueblos indígenas al territorio. Después de ello, los zapatistas rompieron el diálogo con el Estado mexicano y no han vuelto a reanudarlo. Decidieron hacer efectivos los Acuerdos de San Andrés de manera unilateral construyendo autonomía.
Mientras el gobierno mexicano realizaba ese diálogo y proceso legislativo, simultáneamente instrumentó una guerra de contrainsurgencia paramilitar (con civiles indígenas armados) para acosar a las comunidades zapatistas y a sus aliados.
Esa guerra de cerco militar y desgaste paramilitar, uno de cuyos momentos más dramáticos fue la Masacre de Acteal, el 22 de diciembre de 1997, continúa hasta la fecha, usando para hostilizar a las autonomías zapatistas incluso a organizaciones cooptadas por la contrainsurgencia paramilitar como la Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo (ORCAO).
El Estado mexicano no se limitó a dar una respuesta armada con un cerco militar y paramilitar en Chiapas. También emprendió reformas en la distribución del poder que culminaron con la creación de una autoridad electoral autónoma, el Instituto Federal Electoral, actual Instituto Nacional Electoral, el cual hizo por primera vez posibles elecciones no organizadas por el gobierno y abrió el espectro político con el reconocimiento de gobiernos emanados de partidos diferentes al PRI, como el de Vicente Fox del PAN en el año 2000 y el de Cuauhtémoc Cárdenas en el Distrito Federal en 1997, gobernado desde entonces por el PRD y luego Morena, e incluso el triunfo en 2018 del actual presidente López Obrador, por Morena.
Sin el desafío del alzamiento zapatista el Estado mexicano no se habría visto presionado para ceder a ese pluripartidismo que siempre negó como sistema de partido único.
Sin embargo, ante el hecho de que ninguno de los partidos existentes representa las causas del México de abajo, en 2018 el CNI y el EZLN impulsaron la formación de un Concejo Indígena de Gobierno cuya vocera, María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, buscó una candidatura independiente a la presidencia, como una forma de reactivar la organización y la resistencia.
Entre las actividades más recientes del EZLN está el inició de lo que han llamado una Travesía por la Vida que comenzó con un recorrido por Europa. Se reunieron con organizaciones que resisten contra megaproyectos capitalistas y extractivistas, con defensores de migrantes, de derechos de las mujeres y organizaciones en resistencia contra la destrucción ecológica que está generando el cambio climático.
En México han recibido poca atención de la sociedad, pero las filtraciones de información hackeada a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) por el colectivo Guacamaya revelan que las fuerzas armadas los espían constantemente y que dieron vigilancia y seguimiento a su paso por Europa, asimismo espían al CNI y su vocera Marichuy e incluso al ex rector de la UNAM y comandante honorario del EZLN, Pablo González Casanova. Especialmente porque a quienes los espían les preocupa la postura zapatista ante megaproyectos como el Tren Maya.
En Europa, las delegadas del EZLN y del CNI expresaron una crítica que conjuga la defensa de las mujeres y de la Madre Tierra, llamando al capitalismo un ecocida-feminicida y expresando su voluntad de defender a la Tierra de la destrucción por la industria capitalista mundial.
“A esa mujer nosotros los pueblos zapatistas la llamamos: “madre tierra”.
“Al macho que la oprime y la humilla, pónganle el nombre, el rostro y la figura que ustedes quieran.
“Nosotros los pueblos zapatistas llamamos a ese macho asesino con un nombre: capitalismo.
“Y hemos llegado hasta estas geografías para preguntar, para preguntarles.
“¿Vamos a seguir pensando que con pomadas y calmantes se solucionan los golpes de hoy, aunque sabemos que mañana será más grande y profunda la herida?
“¿O vamos a pelear junto con ella?
“Nosotras las comunidades zapatistas hemos decidido luchar junto a ella, por ella y para ella.”
Si bien la resistencia indígena, parte de ella organizada en el CNI, al cual pertenece el EZLN, no ha logrado detener los megaproyectos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, sí ha logrado visibilizar un punto de vista crítico de esa política pública del actual gobierno federal. En reciente videoconferencia para la XXII Feria Internacional del Libro en la Ciudad de México, el intelectual estadunidense Noam Chomsky dijo que en México hay corporaciones construyendo megaproyectos que destruyen comunidades indígenas y sus modos de vida.
En el plano internacional es mejor conocida y reconocida la resistencia zapatista como construcción de autonomía y de una alternativa a la devastación social y ambiental capitalista. Asimismo, mantienen un diálogo teórico y de análisis de la realidad con intelectuales de América Latina y de Europa, principalmente.