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Hotel Abismo: El populismo, hermano gemelo del fascismo

Por Javier Hernández Alpízar

El populismo es una forma de democracia autoritaria que originalmente surgió como una reformulación de posguerra del fascismo.”

Federico Finchelstein.

Federico Finchelstein, publicó en 2018 Del fascismo al populismo en la historia (Taurus, Buenos Aires). Muy probablemente porque en la historia política de Argentina el peronismo ha transitado de la dictadura militar fascista a su reformulación democrática electoral populista con el mismo líder carismático, Juan Domingo Perón, y derivó en cambios a la izquierda con la guerrilla y a la derecha con el peronismo de los 60 y 70, luego a un populismo neoliberal con Carlos Menem y de nuevo un populismo de izquierda con Kirchner.

El caso es que, visto desde América Latina, el populismo se ve, igual que el fascismo, no como un fenómeno europeo o euro-estadunidense, sino como dos fenómenos globales: primero, un fascismo global que tiene expresiones más conocidas en Europa (Mussolini, Hitler, Franco) pero ocurre en todo el mundo: Japón, China, América Latina (en México, José Vasconcelos). Sin embargo, su derrota en la Segunda Guerra Mundial, no solo la derrota bélica sino el escándalo que resulta de su violencia extrema con el Holocausto, obligó al fascismo a reformularse como populismo, abandonando la violencia extrema y la dictadura, pero conservando su tendencia a la fetichización de la tríada líder mesiánico carismático, pueblo, nación. Y el primer populismo moderno es el argentino: el peronismo. El populismo es, sin embargo, global.

Así el populismo (de derechas como Trump o Bolsonaro, de izquierdas como Lázaro Cárdenas o un movimiento de masas que se niega a formular un programa claro y puede dar bandazos de derecha a izquierda como el peronismo), se convierte en ese oxímoron: “democracia autoritaria”, con el que lo caracteriza Finchelstein.

El populismo no es el fascismo, rechaza la violencia desublimada y se queda en la violencia verbal, retórica y simbólica; no es una dictadura, aunque su autoritarismo lleva a la democracia al límite antes de devenir dictadura y es antiliberal. Habla en nombre del pueblo, pero homogeniza al pueblo reduciéndolo a la mayoría electoral que apoya al régimen populista en el poder y, asimismo, reduce la democracia a la representación monopólica del pueblo fetichizado por el líder único. El pueblo son quienes me apoyan y quienes me apoyan son yo, por tanto, el pueblo soy yo: el líder único.

Un nacionalismo y una retórica antielitista convertida en la religión del pueblo-masa homogéneo y su único líder se convierten en un autoritarismo que interpreta la democracia como el gobierno del pueblo, pero si el pueblo soy yo: el líder es la democracia, la democracia soy yo, y quienes se me oponen son el antipueblo.

Sólo en muy raras ocasiones el populismo puede regresar a su antecesor fascista. Normalmente será autoritario y cercenará los elementos democrático-liberales, sin destruir totalmente a la democracia. Solamente la vuelve “democracia autoritaria”.

Federico Finchelstein intenta superar las definiciones de fascismo y populismo que surgen de tipos ideales puros, generalmente euroestadunidenses, sin atender a la historia y superar también a las historias que se concretan a casos nacionales o regionales y no dialogan con las teorías. Procura mostrar el parentesco, el vínculo genético entre el fascismo y su descendiente populista, pero también su distinción: la diferencia entre una dictadura violenta que puede llevar al Holocausto y un autoritarismo iliberal o antiliberal que no quiere salirse de la democracia electoral sino usarla para construir su hegemonía populista.

Si bien, el oxímoron “democracia autoritaria” en el corazón de la definición del populismo puede sernos chocante, por otro lado, la caracterización del populismo publicada en 2018 puede brindarnos un retrato de los rasgos comunes a los populismos (de derechas e izquierdas) de todo el mundo y su tríada líder-pueblo-nación, excluyente de toda pluralidad, tolerancia y disidencia.

En un tono de broma, podríamos preguntarnos, aprovechando una serie de puntos resumen en la página 120 de Del fascismo al populismo en la historia: ¿Qué tan populista eres? ¿Con cuántos de estos rasgos típicos del populismo estás de acuerdo?

  1. La adhesión a una democracia autoritaria, electoral, antiliberal, que rechaza en la práctica la dictadura.

  2. Una forma extrema de religión política.

  3. Una visión apocalíptica de la política que presenta los éxitos electorales, y las transformaciones que esas victorias electorales posibilitan, como momentos revolucionarios de la fundación o refundación de la sociedad.

  4. Una teología política fundada por un líder del pueblo mesiánico y carismático.

  5. La idea de que los antagonistas políticos son el antipueblo, a saber: enemigos del pueblo y traidores a la nación.

  6. Una visión débil del imperio de la ley y la división de poderes.

  7. Un racionalismo radical.

  8. La idea de que el líder es la personificación del pueblo.

  9. La identificación del movimiento y los líderes con el pueblo como un todo.

  10. La reivindicación de la antipolítica, lo que en la práctica implica trascender la política tradicional.

  11. La acción de hablar en nombre del pueblo y contra las élites gobernantes.

  12. Presentarse a sí mismos como defensores de la verdadera democracia y opositores a formas reales o imaginadas de dictadura o tiranía (Unión Europea, estados paralelos o profundos, imperios, cosmopolitismo, globalización, golpes militares, etc.).

  13. La idea homogeneizadora de que el pueblo es una entidad única y que, una vez el populismo convertido en régimen, este pueblo equivale a sus mayorías electorales.

  14. Un antagonismo profundo, incluso una aversión, con el periodismo independiente.

  15. Una antipatía hacia el pluralismo y la tolerancia política.

  16. Un énfasis en la cultura popular e incluso, en muchos casos, en el mundo del entretenimiento, como encarnación de tradiciones nacionales.”

De 16 puntos, aceptar uno o dos no te hace populista, pero si has dicho sí a la mayoría de los incisos, lo más seguro es que estarás a gusto en lo que llamaba Milán Kundera “el kitsch de la gran marcha”, donde el pueblo masa saluda a su líder mesías en una versión “democratizada” de lo que antes era fascismo y hoy es solo su hermano gemelo: populismo.

Federico Finchelstein, Del fascismo al populismo en la historia, Taurus, Buenos Aires, 2018.

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