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Hotel Abismo: No banalicemos la violencia ni a las víctimas

Por Javier Hernández Alpízar

Dice la Real Academia de la Lengua que “Banal” significa: “Trivial, común, insustancial”. Para “Banalidad” dice: “cosa o dicho banal”. Tratando de evitar la circularidad de la segunda definición de la RAE podemos decir que “Banalidad significa: cosa o dicho trivial, común, insustancial”.

Por ello cuando uno lee un título como La banalidad de Heidegger puede creer que lo que el autor, Jean-Luc Nancy, tratará de mostrar en el libro es que la filosofía del autor de Ser y tiempo o sus filosofemas o sus opiniones son triviales.

Sin embargo, no es así. Jean-Luc Nancy piensa que la filosofía de Heidegger es sumamente importante. Por banalidad se refiere al antijudaísmo de Martin Heidegger evidenciado al comenzar a publicarse los Cuadernos negros, cuadernos de notas privados que, hasta hace pocos años, permanecían inéditos. Quienes sabían que se refería al antijudaísmo de Heidegger pensaron entonces que Jean-Luc Nancy estaba tratando de banalizar el tema, trivializarlo, restándole importancia, disculpando a Heidegger.

Nuevamente, Jean-Luc Nancy no quiso decir eso, sino “justo lo contrario”. Antes le había ocurrido a Hannah Arendt con el subtítulo de su libro Eichmann en Jerusalén, La banalidad del mal.

Según Jean-Luc Nancy, ni Arendt ni él quieren decir que el antijudaísmo o los crímenes de lesa humanidad perpetrados por los nazis sean banales, triviales, comunes o insustanciales.

¿Qué quieren decir? Que el antijudaísmo y los crímenes nazis fueron escondidos bajo eufemismos, subterfugios jurídicos, un sistema servil de obediencias “debidas”, jerigonza ideológica, propaganda política y finalmente llevados por Heidegger al plano de la filosofía del ser, suprema sublimación del odio racial irracional en un plano “espiritual” u “ontológico”.

Tal vez se habrían ocasionado menos malentendidos si Arendt y Nancy en lugar de “Banalidad”, que parece hablar de una cualidad objetiva de algo, mejor hubieran hablado y escrito de la “banalización”, el proceso ideológico inmoral por que los nazis, los antijudíos y sus simpatizantes y apologistas pretendieron normalizar el antisemitismo, darle carta de naturalidad para hacerlo pasar por algo obvio, común y corriente, y de esa manera “banal”.

Es una apuesta por la normalización del horror, como recientemente reflexionó Javier Sicilia respecto a los crímenes de lesa humanidad que se perpetran todos los días impunemente en México y a los que los mexicanos y las mexicanas nos estamos sobre-adaptando, acostumbrando.

Esto es así a tal grado que el gobierno de Obrador – Morena pretende atenuar las cifras, maquillarlas, al decir que están infladas. Algunos de sus trolls en redes dicen que las altas cifras de víctimas son “un mito engendrado por la mafia del poder”. Es una calca de los neonazis negacionistas que niegan la realidad del holocausto.

Fetichizado el líder en el poder, y con ello su imagen, su popularidad, todo se juzga bajo esa óptica: la verdad estorba: las altas cifras de víctimas de asesinato, feminicidio, desaparición, violencia, desmienten el eslogan sexenal de que “este gobierno no viola los derechos humanos” Y se basa en una estrategia como la que banalizó el genocidio nazi y la responsabilidad de sus perpetradores, porque “solo obedecieron órdenes”. Y la falacia de que “como el presidente ya no ordena violar derechos humanos, estas violaciones no existen”.

La presencia de las madres buscadoras, de las y los defensores de derechos humanos, de la prensa crítica, es incómoda porque desmiente esas mentiras del presidente y se opone a la manipulación gubernamental de las cifras y las realidades.

Hay, por parte del poder sexenal que se apresta a su reelección (de Estado), un intento de hacer de la violencia y de sus cientos de miles de víctimas algo banal, trivial, común, insustancial. Intentan banalizar la violencia y sus víctimas. No es que sean banales, sino que las quieren producir y construir como banales mediante eufemismos, mentiras, propaganda.

La crítica de esas falacias, mentiras, falsedades y tergiversaciones es un deber ético: así como oponerse al negacionismo neonazi, al ascenso de las derechas neofascistas y los neopopulismos antidemocráticos.

El libro que referimos es: Jean-Luc Nancy, La banalidad de Heidegger, Trotta, Madrid, 2019.

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