Hotel Abismo: Todo lo que se derrumba en “El derrumbe” de Armonía Somers

Por Javier Hernández Alpízar

El negro abraza a la virgen. Le aspira los cabellos de verdad, con olor a mujer, le aprieta contra su cara la mejilla humanizada”.

Armonía Somers.

En el cuento de la escritora uruguaya Armonía Somers “El derrumbamiento”, las transgresiones de fondo, de ideas, límites morales, teológicos, son tan hondas que se pueden hallar escondidas entre los pliegues de otras transgresiones, igualmente importantes pero más obvias.

Las primeras que saltan a la vista son el uso del lenguaje del deseo sexual para narrar una anécdota entre una Virgen blanca, la madre de Dios, y un esclavo fugitivo que acaba de cometer un asesinato y huir. Dos extremos están ahí tocándose, literalmente, con ternura, con cariño, con complacencia. La imagen es la que ha perturbado siempre el imaginario de los blancos supremacistas, racistas y protofascistas: un negro mancillando a una mujer blanca.

Estaba tan naturalizado el hecho de que los amos blancos podían usar y abusar de sus propiedades (“instrumentos parlantes”, había dicho Aristóteles de los esclavos, en la antigüedad griega, y Ginés de Sepúlveda lo desempolvó ideológicamente para justificar la colonialización de América en el siglo XVI) que si el amo o algún otro blanco violaba a una mujer o una niña negra era normal. Si empresarios esclavistas blancos trataban (vendían, traficaban) hombres o mujeres e infancias negros era legal y corriente. El delito era la “trata de blancas”, porque rompía una ley y un tabú, era legal tratar negras, pero tratar blancas, delito. Y el mayor crimen en el imaginario de los linchadores blancos, como en el de los racistas supremacistas que hoy apoyan, por ejemplo, a Donald Trump, era que un negro violara a una mujer blanca. El colmo de la transgresión, tomar lo que “por derecho” era privilegio exclusivo de los blancos supremacistas y su patriarcado racista.

Armonía Somers lleva al acto y la imagen literaria, la transgresión, un esclavo negro huido toca el cuerpo de una Virgen blanca, literalmente, la Virgen María que milagrosamente se desprendió de su imagen sagrada: Transgresión de castas, de clase, de etnia y sacrilegio.

Y esto, escrito por una mujer, una escritora, con un estilo literario que rompe con la estética realista de sus contemporáneos.

Pero por debajo de esa transgresión, que ya de por sí escandalizaría a sus coetáneos, están más transgresiones.

Algunas de las más importantes son: bajo la piel de un relato que puede ser leído como erótico, está un relato místico. Decía el chiste de Rock 101 que si tú hablas con la Virgen es oración, pero si la virgen habla contigo es esquizofrenia. Pero los poetas y místicos, y las poetas y místicas, que han hablado con la Virgen o con Dios mismo no son considerados esquizofrénicos, pues a personajes como San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús o Simone Weil los consideramos místicos. Y las expresiones literarias y poéticas con que refieren esos encuentros místicos entre el alma y Dios son textos eróticos también. De hecho, diría el filósofo suizo Denis de Rougemont, en Amor y Occidente, el lenguaje erótico- amoroso profano está tomado (profanado) del lenguaje místico que cantaba la unión del alma con su Dios amado. El Cantar de los cantares sería entonces un poema místico. Así leído, el cuento “El derrumbe” es el relato de una visita- aparición mística de la Virgen María, la Theotokos, la madre de Dios por ser madre de Jesucristo, “rosa blanca del cerco”, la llama Tristán, el negro que, en su lecho de muerte, tiene esta experiencia mística, esta visión sagrada.

La otra transgresión es que dos seres que, en extremos diametralmente opuestos, habían sido deshumanizados, se tocan y se humanizan.

La Virgen había sido deshumanizada al convertirla de una mujer madre, víctima del asesinato de su hijo, madre dolorosa, la madre de La piedad (habría que leer las hermosas páginas de Karel Kosík sobre La Piedad en Reflexiones antediluvianas), una mujer doliente comparable a Antígona o a las madres buscadoras del siglo XXI en México, fue convertida en un ídolo de cera, cartón, piedra, madera, metal y telas. Un ídolo a quien se compra con velas, flores, agua, monedas y devociones hipócritas (como las descritas por Graham Green en algunos de sus Veintiún cuentos). Una mujer que ya no puede llorar, porque su rol idolátrico la ha emparedado en el rol de semidiosa, especie de concesión cuasipagana en una religión patriarcal.

Por otro lado, en el extremo inferior, el esclavo negro representa a esas multitudes de personas africanas capturadas, reducidas por la fuerza y traídas a América a morir trabajando en sustitución de la mano de obra indígena (también esclavizada y sobreeexplotada) que casi estuvo a punto de extinguirse bajo el yugo de enfermedades, esclavitud, violencia y guerra de conquista.

La mujer deshumanizada por ser cosificada, fetichizada, en la idolatría, convertida en alcahueta milagrera, negada como mujer y madre doliente, dolorosa, llorosa, y el esclavo deshumanizado, cosificado, fetichizado como objeto, como mula de carga, como instrumento parlante, como simple “negro”, ambos, se humanizan, recuperan su humanidad, tocándose, reconociéndose carne, cuerpo viviente y doliente, y conciencia del dolor y hasta del rencor (la Virgen identifica a los negreros que persiguen a Tristán con los soldados que mataron a su hijo).

Ambos se liberan: Tristán para morir de muerte natural, antes de que los esclavistas lo recapturen para torturarlo, y la Virgen para ser humana, mujer de carne y hueso que puede caminar por el mundo.

¿Y el derrumbe? Pues en este cuento se derrumban muchas cosas: ortodoxias religiosas, morales, sociales y literarias. Se derrumba un mundo inhumano que nos impide ser humanos, porque nos sepulta en los roles de una sociedad hiperjerarquizada por géneros, clases, castas, colonialismos y maniqueísmos religiosos e ideológicos. Bien que se derrumbe todo eso.

El viento era entonces más libre, más áspero y desnudo lamiendo el polvo con su lengua, el polvo del aniquilamiento.”

Armonía Somers, “El derrumbamiento”, Narrativa, Material de Lectura 142, selección y nota introductoria de Alejandra Amato, UNAM, México, 2021..

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