Hotel Abismo: La máscara que hablaba… y decía verdades

Por Javier Hernández Alpízar

A tod@s los comunicador@s, medios libres, comunitarios y convencionales, por el valor de informar y comunicar en el país más peligroso de Occidente para la prensa.

“– La máscara era un poco indiscreta, y revelaba fácilmente faltillas y secretillos palaciegos. “Alfredo Cardona Peña.

Todos hemos escuchado a quienes afirman que “al presidente lo mal informan”, como manera de tratar de entender y explicar que quien se supone que debería gobernar para todos y debería velar por la justicia y los derechos de todos, se desentienda de éstos y además los atropelle él mismo. Incluso el actual presidente mexicano dijo que le escribirá una carta al candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, porque “no le están informando bien” sobre los migrantes. Como si no fuera públicamente conocido que ese político republicano es xenófobo, racista, supremacista blanco y machista, entre otras cosas. Pero el presidente mexicano no se atreve a criticarlo, y prefiere fingir, como algunos de sus gobernados de él, que cree que mal informan al candidato estadounidense.

El rey mal informado sí existe en la ficción, en el cuento “La máscara que hablaba”, de Alfredo Cardona Peña (con ilustraciones de Jesús Escobedo), publicado por la UNAM en la colección Biblioteca de Chapulín, que está publicando, en edición facsimilar, algunos cuentos tradicionales que fueron leídos por la generación de nuestros abuelos (la edición original es de 1944).

En este cuento para niños, quienes desean que el rey se entere de las penurias y hambres que sufre su pueblo encuentran un subterfugio mágico para que la información desconocida o ignorada por el monarca llegue a sus oídos.

El príncipe de un reino vecino, el Reino Feliz, le regala una máscara mágica, con una boca parlanchina y sin pelos en la lengua que le hace notar que al rey le roban. Cuando el rey descubre a los ladrones, encuentra que son una pandilla de enanos que, como Robin Hood, roban al rico para dar a los necesitados. Pues el pueblo está pasando muchas penalidades.

En los cuentos de hadas o los relatos maravillosos, uno de los propósitos es generar en las niñas y niños fe y confianza en la vida, en sí mismos, y en el orden social que les rodea: al final, triunfa el bien, y el mal es superado, remediado, castigado o vencido.

En la vida real ya es otro el relato: puede ser que los gobernantes no ignoren los problemas de los gobernados no porque no les informan, sino porque activamente ignoran e incluso ningunean a las víctimas del sistema para el cual gobiernan.

Si este segundo es el caso, ¿quién y cómo puede jugar el papel de la máscara parlanchina? ¿La prensa, el periodismo de investigación, los intelectuales críticos, la opinión pública, las organizaciones no gubernamentales que defienden derechos, los organismos internacionales, la sociedad misma? Es difícil enterar de la verdad de los problemas a hombres y mujeres de poder que hacen deliberadamente oídos sordos.

En todo caso, cuentos como “La máscara que hablaba”, nos recuerdan la necesidad de no ocultar la verdad, pues lo reprimido retorna, y no hay verdad tan oculta que algún día no llegue a saberse. Al menos, históricamente ha habido muchas veces esas personas o personalidades (“máscara” es el origen de la palabra “persona”, porque la usaban los actores del teatro griego para caracterizar su personaje) que dirán las cosas. Como decimos a veces: alguien tenía que decirlo, y se dijo.

Alfredo Cardona Peña, La máscara que hablaba, con ilustraciones de Jesús Escobedo, colección Biblioteca de Chapulín, UNAM, México, 2022. El original fue publicado por la SEP en 1944.

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