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Hotel Abismo: Los ángeles, el desierto y el blues

Por Javier Hernández Alpízar

“Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.”

(Apocalipsis 8, 1-6)

“En las grandes urbes los fantasmas vagan en racimos obsoletos. Hay millones y poco o nada consiguen.”

(Ricardo Garibay, De fantasmas)

“Aires de blues” se llama la pieza. Es el relato en donde Ricardo Garibay deja incendiar su imaginación. Donde la fiebre arde y condensa en el caldo de imágenes del cuento con lenguaje poético las horas de lecturas de la Biblia y de materiales religiosos, sospechamos que como el tío de lecturas desordenadas pero pías que después de leer hagiografías, vidas de santos, se lamentaba: “¡Dios mío, en que pend… pierdo mi tiempo!”, como cuenta Garibay en Fiera infancia.

Las imágenes de los ángeles y de escalas de ángeles van naciendo como naturalmente en un relato que parecía realista, la travesía en auto por un desierto, entre los personajes, además del conductor, el narrador, una saxofonista que va ensayando para una presentación y una niña. Las imágenes de ángeles como fauna de entremundos, de un sitio de transición entre la vida y la muerte, y el cuento realista que sirvió como excipiente para llevarnos a una suerte de imaginería medieval (angelología perenne) en destellos modernos de cinemascope y dejándonos imaginar el blues, ¿qué blues sería ese? ¿Qué blues le pones como parte del soundtrack a una muerte que es homenaje al surrealismo o regreso del barroco al relato contemporáneo?

Los demás relatos del volumen: Guerra en el baldío, De fantasmas, El general frijoles son más fragmentarios. Muestran la habilidad musical, el gran oído de Garibay y su audacia para transcribir el habla popular, con sus “incorrecciones” o “impurezas” que se dejan llevar con dificultad a la literatura.

Además, el tierno cuidado por lo popular, las peleas-juegos de niños, como batallas épicas al tamaño de fieras infancias. La parodia de una entrada de enciclopedia o de artículo de revista de lo sobrenatural donde los fantasmas son o problemas de la matemática de la esfera o frívolas jerarquías de sábanas finas o corrientes, según el pedigrí del espectro. “El General frijoles” retrata un personaje popular en la Revolución mexicana, en vena cómica como lo han hecho pocos, por ejemplo Ibargüengoitia en Los relámpagos de agosto, y una versión cómica de lo militar como Los pálpitos del coronel de Eraclio Zepeda.

Probablemente los otros cuentos nos pondrían simplemente ante la lectura sutil de un narrador y periodista que ha recogido con cuidado el habla y ha atesorado la cotidianidad y el imaginario popular.

Pero en “Aires de blues” resuena una pieza con ambiciones, sale el escritor que se atrevió a más. El narrador que cosechó de sus muchas lecturas palabras y frases pulidas, imágenes engarzadas, un ritmo, una prosa, una performatividad del relato mismo y la magia de poner colores, imágenes y música en una epifanía de ángeles en el más acá.

“Ángeles y ángeles y ángeles. Armaban una vertiginosa y titilante escala que subiendo al cielo se borraba en el espectro puro, y descendía lejos, como escamada serpiente o río de alas a los mares de sutilísimo polvo –diamantería de la luz.”

Una buena muestra del Ricardo Garibay que cosecha lo aprendido en el periodismo de crónica y descripción minuciosa y en el comentarista de libros que saboreaba de todo, se empeñaba en leer lo más posible lo escrito por mujeres y buscaba retazos de lenguaje especialmente asombrosos para citarlos como descubrimientos de siempre asombrado lector. Aquí todo eso se decanta en relato, en diálogos, en humor, en ojo crítico y oído atento y generoso con sus lectores.

Ricardo Garibay, Narrativa, Material de lectura, 143, selección y nota introductoria de Mary Carmen Sánchez Ambriz, UNAM, México, 2023.

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