Mientras los partidos políticos, los políticos profesionales y la clase política-empresarial-militar-clerical que está en el poder se vuelven más y más “pragmáticos”, en el mal sentido de la palabra, es decir lábiles y oportunistas, algunos ciudadanos y grupos se vuelven más fieles a sus ideales y los asumen no sólo como una ética-política, como una brújula política o como una ideología, sino como un deber ser o ideal inmaculado.
El asunto es que no solamente profesan lealtad a los valores que admiten, sino que se partidizan por completo y están siempre en guardia para ver el mensajero antes que el mensaje. Si en el caso de publicaciones académicas (sería de esperarse) se trata con sinceridad y honestidad de juzgar los textos (artículos, papers, libros, etc.) leyendo primero de buena fe lo que dicen y juzgando la calidad de su texto, su tesis, hipótesis o propuesta, sus argumentos y fundamentación, su desarrollo y conclusiones, en el caso ideal, de modo anónimo, sin saber de quién es la autoría, por el contrario, en el caso de la información periodística o cualquier publicación de impacto o posible impacto político, normalmente los muy politizados o politizadas leen primero quién detenta la autoría o en donde (en qué medio) se publicó y luego rechazan o aceptan lo que el texto o la noticia les ofrece.
Un problema con esta costumbre de selección y consumo de información (textos, audios, videos, noticias, análisis) es que priva a quien rechaza algunos productos informativos o reflexivos de informaciones, análisis, comentarios, saberes, descartados a priori, sin haberlos considerado seriamente. En síntesis, la técnica se convierte en un prejuicio.
Y como resultado, alimentamos la desinformación e ignoramos cosas que podríamos saber, de las cuales podríamos enterarnos.
Es lógico que nos inspiren más confianza ciertos autores y autoras, ciertos medios, fuentes, porque son afines a nuestra manera de ver el mundo, pero enterarnos solamente por medio de esas fuentes de confianza nos lleva a vivir en una “caverna” o burbuja personal de la cual necesitamos salir para ver las otras cosas del mundo, acerca de las cuales también tenemos que (necesitamos) enterarnos.
Cuando nos negamos a ver información porque ese medio o quien firma “es de derecha”, o en el caso opuesto: es “de izquierda”, cometemos un error por la sencilla razón de que nadie tiene el monopolio de la verdad, ni el de la mentira.
Si todo fuera tan sencillo como decir: todo lo que opinan y publican los de la derecha es mentira, es falso, o lo inverso, todo lo que escriben y difunden los de izquierda es verdad, no habría nada más sencillo. De hecho no erraríamos jamás, o bien, quienes sistemáticamente mienten o yerran terminarían sin la atención de nadie.
Pero no hay tal monopolio de la verdad o la mentira, de la certeza o del error, y menos en política y cuestiones prácticas. Por lo cual el hecho de que quien dice, escribe, firma o publica tal o cual sea de derecha o de izquierda es un dato interesante a tener en cuenta, pero no nos garantiza que lo que ofrece sea verdad o sea mentira, o que tenga verdades y mentiras (o errores) en tal o cual proporción.
Todos los seres humanos somos falibles, podemos acertar o errar, y puestos en plan moral, decir la verdad o de mentir. Todos tenemos intereses, un punto de vista (desde donde estamos parados y vemos las cosas, una perspectiva) y pasiones. Nadie se salva de un poco o mucha parcialidad: de hecho al reivindicarnos de izquierda o derecha o de centro, abrazamos nuestra parcialidad.
De modo que saber que es de derecha o de izquierda tal o cual medio, texto, autores, autoras, grupo o publicación no nos releva de tener que leerlo o enterarnos, si trata de un tema que nos interesa.
Luego, es probable que nuestra manera de ver el mundo nos haga rechazar o aceptar lo leído, escuchado, entendido. Pero eso es en un segundo momento.
Incluso, me atrevería a decir que cada persona que tiene bien definido su temple de ánimo, su cosmovisión y brújula política, necesita leer, escuchar o enterarse de lo que piensan y reflexionan quienes son del signo político opuesto. Sería lo sano, y si una persona está firme en sus convicciones, no debería temer que el “adversario” lo contamine.
Si nos tomásemos en serio los debates, intentaríamos entender qué dice y por qué lo dice quien no piensa como nosotros y tenemos todo el derecho a pensar distinto, y a defender nuestro punto de vista, pero perdemos mucho si vemos al otro por medio de un velo de prejuicio, o simplemente lo ignoramos y “debatimos” con su simplificada caricatura, contra un hombre, una mujer o un colectivo de paja, un espantapájaros.
Voy a poner un ejemplo: yo pienso que los zapatistas del EZLN son un conjunto de pueblos mayas chiapanecos organizados democráticamente y que su pensamiento, lo que comunican en sus mensajes, es serio, es interesante y puede enriquecer el debate político, social, ecológico y práctico. Creo que quienes se niegan a tomarlo en serio, no se enteran de las cosas que plantean realmente los zapatistas, lo rechazan por prejuicios y se pierden de mucho.
Si soy congruente con lo que he dicho arriba, creo que también quienes nos reivindicamos de izquierda deberíamos leer a la derecha con atención, incluso para poder criticar lo que realmente proponen, opinan o defienden y no una caricatura de ello.
Además, nos llevaríamos la sorpresa de que, si bien tenemos obvias e irreconciliables, innegociables diferencias, también en mucho tenemos creencias, ideas, opiniones, saberes compartidos: lo cual es natural porque vivimos en el mismo mundo (porque suponemos un mundo común creemos que es posible el conocimiento y es posible la política). Tal vez darnos cuenta de aquello en que estamos de acuerdo nos ayude a debatir, todo lo acaloradamente que se pueda o necesite, los desacuerdos, pero no falsos o confusos desacuerdos, sino desacuerdos reales, serios.
Y más aún, tal vez leer o escuchar a quienes no piensan como nosotros nos dé valiosas informaciones y conocimientos que incluso podemos jalar como agua para nuestro molino, si pensamos que en este mundo lo que más importan son los molinos…