Hotel Abismo: Democracias y autocracias (dictaduras y totalitarismos)

Por Javier Hernández Alpízar

… “la democracia resultará redefinida como la forma de gobierno que consiste en la posibilidad siempre abierta de una alternancia pacífica en el poder”

Michelangelo Bovero.

En el espacio que nos permite la brevedad de estas páginas procuraremos enunciar algunas características esenciales de la democracia moderna y contemporánea (representativa, liberal) y otras tantas de su opuesto, la autocracia, sea como dictadura o como un fenómeno más violento y ambicioso en su opresión: el totalitarismo.

Características de las democracias liberales con estado de derecho democrático

En la democracia, quien detentará temporalmente el poder político es electo mediante un proceso electoral, por la regla de la mayoría.

Norberto Bobbio vindica la definición de la democracia como procedimiento, como manera de decidir mediante reglas aceptadas por todos quién tiene legitimidad para tomar decisiones y bajo qué conjunto de reglas.

… “un conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quién está autorizado para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos”.

Se trata entonces de una democracia liberal, es decir, un compromiso entre el interés liberal de defender y proteger los intereses individuales y el interés democrático de que estas libertades sean para todos, o al menos para el mayor número. Norbert Bobbio piensa que liberalismo y democracia se han llegado a complementar de modo tal que sin la defensa de los derechos individuales no hay democracia posible y sin democracia no es posible garantizar esos derechos.

Sin embargo, a decir de Michelangelo Bovero, además de lo procedimental, se necesita garantizar algunos niveles de bienestar y de información libre, para evitar la manipulación de los votantes. Especialmente en países como México debemos considerar que no hay democracia en “los Estados en los cuales el sufragio es universal e igual, y permite efectivamente alternancias en el poder, pero una parte importante de su población vive en condiciones de pobreza extrema o de falta de información política correcta, no pueden considerarse plenamente democráticos porque el voto de estos ciudadanos “a medias” es fácilmente comprado o manipulado y distorsionado.”

En una democracia, el o la titular del poder ejecutivo (sea presidente o primer ministro) está sometido a la revisión y los límites de los otros dos poderes, el legislativo (senadores, diputados) y el poder judicial.

El titular del gobierno debe respetar siempre los límites constitucionales y sobre todo siempre respetar los derechos humanos (civiles, políticos, económicos, sociales y culturales) consagrados tanto en su Constitución como en los Protocolos y Declaraciones internacionales de derechos humanos.

“La democracia –escribió Elisabetta Di Castro– tiene sentido sólo en un Estado de Derecho en el que se respeten plenamente los derechos humanos. Si no fuera así, la participación ciudadana y los procesos electorales que caracterizan a esta forma de gobierno se volverían una farsa con la que se justifica la imposición de algún grupo en el poder”.

Uno de los más elementales derechos es la libertad de expresión. “La libertad de expresión (isegoría) es el «derecho individual más querido» del pueblo de Atenas” (Piero Ignazi). Si el habla y el lenguaje son lo que nos hace humanos y nos hace “animales políticos”, cancelar la libertad de hablar, expresarse, escribir, publicar, leer, informar, es atentar contra lo esencial de lo político, la expresión, y el diálogo. Normalmente, además las dictaduras cancelan otros derechos políticos como libertad de reunión, deliberación, asociación y los partidos o grupos políticos.

Los derechos humanos en un régimen democrático deben estar garantizados en la Constitución, las leyes e instituciones democráticas y no dejarse a la mera buena voluntad de quienes gobiernan, lo cual defiende como “garantismo” Luigi Ferrajoli:

El …“«garantismo» se opone a cualquier concepción tanto de las relaciones económicas como de las políticas, tanto de las de derecho privado como las de derecho público, fundada en la ilusión de «poder bueno» o, en todo caso, de una observancia espontánea del derecho y de los derechos.”

Aunque la democracia nació en la antigüedad y tuvo expresiones locales en las polis griegas en la república romana e incluso entre otros pueblos que tuvieron asambleas de hombres libres (que excluían a mujeres y esclavos) como griegos, romanos y vikingos, como cuenta Robert Dahl, la democracia moderna ya no puede ser asamblearia y tiene que recurrir a la representación, por lo tanto, a sistemas electorales, y actualmente a los partidos políticos que postulan candidatos y compiten por los votos en los comicios. Parte de la crisis que viven actualmente las democracias es la crisis de representatividad de los partidos políticos, que han perdido legitimidad por alejarse de sus votantes y hacerse dependientes del financiamiento público.

“Esta conclusión –señala Piero Ignazi– no obedece a una sentencia de muerte al respecto de la supervivencia de los partidos, habida cuenta de que los más nuevos y originales no cumplen los objetivos que anunciaron. Sólo subraya cuán difícil es para los partidos políticos evitar su estatus de «parias», porque en general los ciudadanos los desprecian en casi todos los países”.

Ante la crisis de representatividad de los partidos políticos, han emergido todo tipo de movimientos políticos (étnicos, de mujeres, ecologistas), pero también populismos de derechas y de izquierdas que asumen posturas antiliberales y antidemocráticas, los cuales normalmente son nacionalistas y, los de derecha, xenófobos y racistas, por ejemplo los seguidores más fanáticos de Donald Trump en los Estados Unidos.

Características de las autocracias: dictaduras y totalitarismos

Por otra parte, un gobierno autocrático no responde a la voluntad popular, aunque procure guardar las formas y disimular sus intenciones autocráticas.

A veces se pretende que los fascismos son una forma de democracia directa. Luis Rossi explica por qué Norberto Bobbio no acepta esta equiparación entre democracia y fascismo: “Bobbio rechazaría que el carácter plebiscitario del fascismo pueda ser asimilado a alguna forma de democracia, ello sólo mostraría la importancia del líder carismático para la existencia del movimiento, pero la multitud en la plaza no puede ser equiparada con la democracia, pues donde no se puede expresar la disidencia no hay manera de percibir verdaderamente el consenso.”

En una autocracia, el poder político, el gobierno, recae en una sola figura, o una sola persona. Esta persona, lo asuma o no, si no tiene contrapesos es un autócrata. El autócrata no se somete a la revisión y limitación de otros poderes y no está dispuesto a abandonar el poder fácilmente.

Los actos de esa persona autócrata no están sujetos a ninguna forma de restricción legal. No tiene límites. Los ciudadanos no tienen forma de imponerle un control.

La autocracia es, como se les llama ahora, una dictadura, o en términos más antiguos: una tiranía. Eran también autocracias, las monarquías absolutas contra las que finalmente se rebelaron las revoluciones democrático-burguesas.

La autocracia es entonces un poder absoluto. Los gobiernos autocráticos (dictaduras, totalitarismos) son lo opuesto a la democracia. El gobernante mismo se encarga de disolver, matar, desaparecer, desterrar o desmovilizar toda oposición.

“Una vez jefe de gobierno, todos mis edictos, todas mis ordenanzas tenderían constantemente al mismo fin: aniquilar las fuerzas colectivas e individuales, desarrollar en forma desmesurada la preponderancia del Estado, convertir al soberano en protector, promotor y remunerador” (Maurice Joly).

Giovanni Sartori explica que el concepto de “dictadura” no fue negativo para los antiguos, pues en Roma era un cargo limitado temporalmente que se asignaba a un delegado del emperador para resolver problemas específicos en un lugar. Terminaba el periodo y con él la dictadura. Fue en el siglo XX cuando comencemos a usar las palabras “dictadura” y “dictador” como caracterizaciones negativas.

Curiosamente, las dictaduras, que pueden llegar al poder mediante golpes de estado (Pinochet, por ejemplo), por una revolución (Castro) o por vías electorales (Hitler, Mussolini) alegan en favor de su concentración de poder y suspensión de los derechos civiles una emergencia, aunque a diferencia de los dictadores romanos, que tenían un límite temporal de su mandato, los dictadores modernos suelen perpetrarse en el poder, de Porfirio Díaz a Franco. Y muchos de ellos no salen del poder mediante una “transición” como Pinochet, sino mediante una revolución armada como Porfirio Díaz, aunque, ya lo dijimos, algunas revoluciones suelen devenir en nuevas dictaduras, como Nicaragua, que pasó del triunfo del sandinismo contra Anastasio Somoza, a lo largo de un periodo de violencia, guerra, intervención norteamericana y elecciones, a la actual dictadura del ex líder sandinista Daniel Ortega.

Las autocracias no permiten la oposición a su gobierno. Los opositores a una dictadura pueden ser apresados, torturados, asesinados, desparecidos, desterrados, exiliados y aún pueden quitarles sus bienes y su nacionalidad como a la poeta y narradora Gioconda Belli y otros exiliados por Ortega.

No importa si la población está sumida en la pobreza o tiene riquezas, la autocracia la priva de sus derechos políticos, y de la participación en los asuntos de interés público.

Las autocracias modernas y contemporáneas no solamente usan la fuerza para permanecer en el poder, pueden también realizar elecciones controladas y amañadas, celebrar los comicios sin oposición, reescribir las leyes para favorecerse a sí mismos, incluso modificando los textos de la Constitución para asegurarse de permanecer en el poder. Movimientos políticos que llegan al poder por medios democráticos y luego destruyen la democracia desde el poder, no son raros en la historia reciente.

“En ausencia de límites de carácter sustancial, o sea, de límites a los contenidos de las decisiones legítimas, una democracia no puede –o, al menos, puede no– sobrevivir: siempre es posible, en principio, que con métodos democráticos se supriman los mismos métodos democráticos. Siempre es posible, con formas democráticas, o sea, por mayoría, suprimir los mismos derechos políticos, el pluralismo político, la división de los poderes, la representación; en síntesis, el entero sistema de reglas en el cual consiste la democracia política. No son hipótesis de escuela: se trata de las terribles experiencias del nazismo y del fascismo del siglo pasado, que conquistaron el poder por medio de formas democráticas y luego lo entregaron “democráticamente” a un jefe que suprimió la democracia”.

Algunos ejemplos: los monarcas absolutos son los zares rusos, los dictadores fascistas del siglo XX como Mussolini y Hitler; la dictadura de Franco, la dictadura de Corea del Norte, Nicolás Maduro y antes de él Hugo Chávez Frías, las dictaduras militares del Cono Sur en Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Trujillo, en Nicaragua antes Somoza y hoy Daniel Ortega, el populismo punitivo de Nayib Bukele, las diversas dictaduras en Haití, y un largo etcétera.

La encarnación de la “voluntad popular” en un hombre providencial y líder carismático da pie a una relación vertical en la que se supone que el jefe supremo encarna y enuncia la voz del pueblo como Führer o Duce:

“El Duce no es el representante del pueblo, es el alma de la nación, lo que presupone una concepción jerárquica del orden social: una minoría que por formación y aptitudes tiene que mandar, y una masa que por carecer de ellas es incapaz de auto-realizarse y no puede hacer otra cosa que obedecer” (Rodríguez Labandeira).

Actualmente, asistimos a un desprestigio de la democracia, especialmente la enunciada crisis de los partidos políticos, que da pie a todo tipo de regímenes autoritarios como posdemocracia, así lo vio, en el gobierno de Bolsonaro, Frei Betto:

“La corporocracia es el rostro de la posdemocracia. Y entre las corporaciones se incluyen las fuerzas armadas, supuestamente despolitizadas. De ahí el disgusto del presidente-avatar y del poder Ejecutivo-empresario con la insumisión de los parlamentarios y el poder judicial. En la lógica de cualquier empresa, los que se oponen a las decisiones del mando deben ser sumariamente excluidos. El Brasil de las corporaciones por encima de todo y del dios creado a imagen y semejanza de ellas por encima de todos”.

Las dictaduras normalmente dan golpes de estado y usan la violencia para evitar una revolución o sublevación popular y para defender el status quo, pueden ser muy violentas, pero principalmente pretenden evitar la participación de la población en los asuntos públicos, que quedan en manos de una junta militar o el dictador. Como Porfirio Díaz, quieren poca política y mucha administración. Pueden tener policías políticas y espionajes, pero dejan a las personas reducirse a su vida privada mientras no participen en lo público. Aunque suelen prohibir libros, películas, música y expresiones indeseadas por el régimen.

Los totalitarismos van más allá: tienen una narrativa mítica de refundación absoluta de la historia humana, una suerte de modificación de la condición humana basada en un destino histórico nacional, racial o de clase, y eso los hace involucrarse mucho más en la vida privada de los oprimidos. Su violencia suele ser mayor y llegar a tener campos de trabajo forzado y de exterminio como en los casos de los nazis y del estalinismo.

Muchas obras de arte nos permiten acercarnos al padecimiento humano bajo regímenes dictatoriales y totalitarios. Jacobo Dayán ha hecho una crónica con énfasis en el arte y el pensamiento que produjeron los pensadores y creadores durante la República de Weimar, antes de que tomara el poder Adolfo Hitler. Desde luego, también el arte e incluso las ciencias suelen ser sometidos para ser elementos de reproducción del régimen totalitario, como la arquitectura monumental y el cine del nazismo o el arte del llamado realismo socialista en los regímenes del socialismo real. En esos casos, el arte es propaganda.

Sin embargo el arte y el pensamiento pueden ser también testimonios humanos de la vida y la resistencia a las dictaduras y totalitarismos. Podemos enlistar muchas obras que abordan el tema en el contexto latinoamericano y europeo como las novelas La casa de los espíritus de Isabel Allende, El recurso del método de Alejo Carpentier, El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez, La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, La insoportable levedad del ser de Milán Kundera (también es buena la película). Otras películas como Machuca (Andrés Wood, 2004), sobre el golpe de estado en Chile, La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999), sobre el ascenso del franquismo, En el tiempo de las mariposas (Mariano Barroso, 2001), sobre las hermanas Mirabal asesinadas por la dictadura de Trujillo. El tambor de hojalata (Volker Schlöndorff, 1979), sobre el periodo nazi, tanto la película como la novela de Günther Grass, y El año en que mis padres se fueron de vacaciones (Cao Hamburger, 2006), sobre la dictadura en Brasil. Canciones como “A pesar de usted” de Chico Buarque, “Sólo le pido a Dios”, de León Gieco, “Los Dinosaurios”, de Charly García, sobre los desaparecidos, o bien “Desapariciones” de Rubén Blades.

Es muy importante acercarnos a estas expresiones artísticas sobre las dictaduras, autoritarismos y autocracias, porque pese a la buena voluntad de los “Nunca más”, los movimientos de tendencia totalitaria y los grupos que promueven las dictaduras suelen regresar, en momentos de crisis o caóticos, para buscar imponer de nuevo la opresión y el terror.

Conclusiones

Las elecciones no son el único elemento para aseverar que hay en un país una democracia: es necesario un estado de derecho democrático que se vuelva garante de los derechos humanos. La democracia debe vigilar que esos derechos humanos sean una realidad y el ejercicio de esos derechos, especialmente los civiles y políticos es necesario para que exista una democracia.

Cuando un gobierno autocrático llega al poder, sea mediante la violencia de las armas o incluso con un triunfo electoral, desmantela los derechos y las instituciones que permiten su ejercicio, e incluso puede dejar el ritual electoral (o no) pero vaciándolo de su esencia como acceso al cambio pacífico y libre de los gobernantes.

Las palabras de Elisabetta Di Casto me parecen contundentes al respecto: “La democracia tiene sentido sólo en un Estado de Derecho en el que se respeten plenamente los derechos humanos. Si no fuera así, la participación ciudadana y los procesos electorales que caracterizan a esta forma de gobierno se volverían una farsa con la que se justifica la imposición de algún grupo en el poder.”

Por ello, los ciudadanos de una democracia o una república no pueden simplemente votar y luego refugiarse en la pasividad, porque la democracia no puede subsistir sin el ejercicio activo de la vigilancia y los controles ciudadanos. En México conocemos eso porque hemos vivido regímenes dictatoriales (Santa Anna, Díaz) y regímenes de partido hegemónico y de partido dominante (PRI). De modo que la democracia mexicana parece tener raíces frágiles y estar bajo la amenaza de una regresión autoritaria, como en la República de Weimar, en medio de la confusión y la violencia puede estarse incubando el huevo de la serpiente.

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