En la forma contemporánea de entender la política, el conflicto es reconocido como parte normal de las relaciones de poder y de los procesos de diálogo, cabildeo, lobby y negociaciones para construir acuerdos, consensos, decantar disensos y desacuerdos y, más que superar o terminar con los conflictos, encauzarlos en procesos de acuerdos, cooperación y alianzas que los solucionan parcial y temporalmente, dejando abiertos puentes o vías de comunicación para las negociaciones de futuros conflictos.
En las líneas siguientes procuraremos explicar algunos conceptos básicos de estos procesos de negociación y de encauzamiento de los conflictos en los países con democracias liberales y pluralismo de poderes e intereses.
Retórica y persuasión política
La retórica es el arte de hablar en público, debatir y convencer, argumentando en pro o en contra de una tesis o propuesta práctica (política, económica, la toma de una decisión, proyecto de ley, etc.), y la persuasión política es atraer a otros participantes en una decisión colectiva a apoyar nuestra propuesta o postura respecto a un asunto de interés público o colectivo.
La retórica y la persuasión se basan en el valor de la palabra, en el cultivo de la confianza, en el compromiso con la verdad y la capacidad de hacer, sostener y cumplir compromisos: la mentira y la traición a los compromisos dinamitan esta base.
Construcción de consensos y manejo de disensos
Aunque hay muchos enfoques y descripciones teóricas del consenso (con-sensus: sentir en común), en general, “consenso” significa llegar a un acuerdo compartido por la totalidad de un grupo que delibera.
Para que esto pueda lograrse, quienes negocian no solamente tienen que compartir una meta u objetivo, sino haber puesto en común muchas valoraciones, percepciones, posiciones ideológico-políticas y prácticas, sobre las cuales se apoyan los mecanismos argumentativos y persuasivos que producen el consenso, el acuerdo colectivo. Más allá de las diferencias se tienen que compartir convicciones relativas a la resolución pacífica de conflictos, respeto a los acuerdos, etc.
Incluso compartiendo muchas de estas cosas: metas, valores y percepciones, puede haber grupos o individuos que no se convenzan y que defiendan una postura diferente a la mayoritaria: esta postura será el disenso (di- sensus: sentir diferente).
Tanto el consenso como el disenso tienen que ver no sólo con el asentimiento racional a una tesis, sino con un sentir, una afectividad respecto a lo que se discute, que normalmente tiene que ver con decisiones prácticas, con un hacer o abstenerse de hacer colectivo.
La posibilidad de que exista el disenso, y su tolerancia, hace que el consenso no se convierta en un rígido automatismo, y que tengan sentido el debate, las argumentaciones y la deliberación colectiva. Por ello, los disensos son también muy importantes y es necesario respetarlos y protegerlos de cualquier intolerancia o represión.
Cabildeo
El cabildeo es prácticamente una actividad profesional, con expertos formados en diversas disciplinas y profesiones universitarias (derecho, comunicación, ciencias sociales, etc.), que se especializan en conocer no sólo cómo se hacen y aprueban leyes en los Congresos (Cámaras de diputados y senadores) o se toman decisiones de política pública en diversas instituciones y oficinas de gobierno, sino que son personas capaces de investigar, organizar, elaborar y comunicar información relevante, de manera adecuada, por los canales necesarios, no sólo para actores y tomadores de decisiones clave, también para líderes de opinión, académicos, periodistas, públicos objetivo para formar una opinión favorable a lo que se desea que se apruebe y realice o aquello de lo que se rechaza su aprobación. Suponemos que normalmente será defender derechos e intereses legítimos en el contexto de una sociedad democrática.
Normalmente son las empresas privadas más poderosas (armamentistas, extractivistas, financieros, etcétera) quienes tienen sus equipos profesionales de cabilderos o lobbistas, pero también todo tipo de organizaciones que defienden intereses pueden tenerlos, según sus recursos: como ONG de derechos humanos, ecologistas, organizaciones pro hábitat, feministas. etc., en suma: grupos de interés y de presión.
Cooperación, acuerdos y pactos
Puesto que las actividades de persuasión, cabildeo, defensa de intereses de diverso alcance (político, económico, comercial, ecológico, jurídico, etc.) implican estar en constante actividad promoviendo intereses específicos, propuestas de leyes o políticas públicas, etc., se hace necesario para quien se profesionaliza en actividades de cabildeo aprender estrategias, tácticas y técnicas especializadas de diálogo, negociación y alcance de acuerdos.
Incluso cuando hay un conflicto grave (el caso de la tensión nuclear entres los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Soviética por los misiles rusos en Cuba en 1962 es impresionante, porque evitó una guerra que pudo haber sido nuclear) se pueden seguir rutas, protocolos, o métodos de cooperación, en lugar de romper y dar paso a la agresión, y es necesario lograr, con medidas y hechos concretos, hacer ver a la otra parte que es más conveniente cooperar y dar pasos hacia acuerdos o pactos que resuelvan, al menos provisionalmente, el conflicto.
La solución de conflictos normalmente no es para siempre, pero se puede abonar a la contención de los conflictos mayores y a sentar precedentes que permitan resolver conflictos puntuales.
A pesar de que heredamos de los filósofos atenienses, Sócrates, Platón y Aristóteles, una idea negativa de los sofistas (la palabra “sofisma” como sinónimo de falacia o razonamiento engañoso, y la palabra “sofista”, degradada de “sabio” a una especie de encantador de auditorios con discursos complacientes), en realidad no hay política sin logos– sin habla, sin palabra, sin discurso y arte de persuadir (retórica).
La palabra puede ser un instrumento político muy importante para dialogar, debatir, persuadir, construir consensos, aclarar disensos, evitar falsos desacuerdos, tender puentes para cooperar y solucionar diferendos y conflictos.
Estas artes de comunicación, negociación, cabildeo y persuasión política pueden llegar a ser altamente especializadas y requerir informaciones, conocimientos, saberes y habilidades provenientes de diversas disciplinas.
Un ejemplo muy interesante de diálogos y de la firma de acuerdos de gran relevancia es el diálogo y los acuerdos de San Andrés Larráinzar, llamado por los zapatistas San Andrés Sakamchén de los pobres. El proceso fue amplio y cada una de las partes (el gobierno federal y el EZLN) tuvo un amplio agregado de asesores y de actores que participaron en el diálogo. Finalmente no quedaron asentados en la Constitución mexicana, pero siguen siendo un ejemplo de un proceso amplio, plural e incluyente de debate, discusión, deliberación y logro de un acuerdo. Además, la traición a estos acuerdos mostró que incluso los mejores logros del diálogo y la negociación son inútiles si al menos una de las partes no cumple su palabra y traiciona lo acordado: se pierde la confianza en su palabra.
Quizás podamos construir nuevos tiempos que den espacio social, político, a la palabra y al diálogo: la memoria de la mejor política, el arte de hacer cosas en colectivo, es un insumo que no debemos perder sino actualizar.
Una práctica positiva, en este sentido, sería fomentar los diálogos alrededor de cualquier tema: café filosófico, círculos de discusión literaria, incluso simples reuniones de conversación presencial, que rescaten el platicar cara a cara, más allá del contacto “remoto”, “virtual” o “digital”.